- domingo 27 de octubre de 2024 - 12:00 AM
La fabricación del carbón de manglar en Panamá, generado con el corte y la quema de este árbol, ha intentado en los últimos años adquirir conciencia ambiental después de que los trabajadores artesanales pusieran a funcionar programas de reforestación para recuperar las zonas taladas.
“Sabemos que estamos haciendo el daño. Si nada más cortamos y no sembramos después no va a haber (mangle). Eso es una barrera porque si viene un tsunami o una ola, (el manglar) nos va a proteger y cuando llega acá ya está débil”, dice a EFE Marvin Rodríguez, que se dedica a la creación de ese carbón artesanal desde niño.
Desde hace años, el manglar es una especie protegida en Panamá, el país de Centroamérica con más extensión de ese árbol gracias a que tiene una variedad de doce especies diferentes en sus costas del Atlántico y el Pacífico de un total de más de 60 conocidas en el continente americano.
En concreto, el país tiene aproximadamente 170.000 hectáreas de manglares en sus dos costas, pero con un porcentaje mayor en las del Pacífico por las condiciones geomorfológicas y geológicas del país, han señalado especialistas en humedales costeros.
Los manglares juegan un rol fundamental en todo lo que tiene que ver con la protección de la línea costera y en controlar la contaminación. Son un ecosistema clave y hábitat para diversas especies marinas. Y, según diversos estudios, también son una barrera natural para mitigar la crisis climática.
Pero hacer carbón de mangle no es amigable con el medio ambiente, y hasta hace pocos años no estaba acompañado de programas de reforestación, además de asociarse con una alta incidencia de problemas respiratorios provocados por el humo de los hornos.
Tampoco es una tarea fácil: hay que salir a cortar el mangle, trasladar los tucos y finalmente meterlos dentro del horno que arderá durante 5 o 6 días, hasta que la madera se vuelve carbón. También se desarrolla en una área -en teoría- protegida. Sin embargo, representa una entrada económica para las comunidades.
En el puerto del Espavé, un pequeño pueblo a 80 kilómetros al oeste de Ciudad de Panamá, la comunidad se sustenta desde tiempos remotos del carbón de mangle, un tipo de producto artesanal que se saca después de talar el manglar, un árbol clave para la sostenibilidad ambiental de los ríos y mares.
“Ahora estoy sobreviviendo con el carbón mientras que me salga un trabajo. Cuando me salga un trabajo, yo me voy para allá porque eso para acá es difícil”, relata Rodríguez, que -según estima- puede vender un saco de carbón de mangle a cuatro dólares.
Proteger el manglar, la intensa lucha de Panamá. Rodríguez, además de hacer ese “duro” proceso, como él lo define, también siembra manglar como medida para reforestar el “daño” que hace a la naturaleza.