Francisco, el Papa del Pueblo
- martes 22 de abril de 2025 - 12:03 PM
La muerte del papa Francisco, ocurrida el 21 de abril de 2025, marca el fin de una era para la Iglesia católica y para millones de creyentes y no creyentes que encontraron en él una figura de esperanza, apertura y humanidad. Jorge Mario Bergoglio no fue un papa cualquiera.
Fue el primer pontífice latinoamericano, el primero jesuita en ocupar la silla de Pedro, y, sin duda, uno de los líderes religiosos más revolucionarios de los tiempos modernos y su legado va mucho más allá de los muros del Vaticano, porque Francisco supo cómo pocos interpretar los signos de los tiempos con valentía profética.Lo que hizo especial a Francisco fue su capacidad de escuchar el sufrimiento del mundo.
Desde el momento en que eligió su nombre papal en honor a san Francisco de Asís, símbolo de humildad y amor por los pobres marcó una ruptura con la tradición pomposa de la jerarquía eclesiástica. En vez de imponer, decidió abrazar. En vez de condenar, eligió acompañar. ¿Y qué mayor acto de fe puede haber que optar por el amor en un mundo tan dado al juicio?
Fue un papa que denunció la corrupción dentro de la curia romana, enfrentó con coraje los escándalos de abuso sexual, y propuso una Iglesia que sea “hospital de campaña”, abierta, herida, pero dispuesta a sanar. Nunca se refugió en la comodidad del poder.Su enfoque hacia los temas sociales y familiares fue, para muchos, una bocanada de aire fresco.
Francisco no cambió dogmas, pero sí cambió actitudes. Habló de acoger a las personas LGBT+, de acompañar a los divorciados, de mirar con misericordia a quien vive en la periferia afectiva y moral. Con Amoris Laetitia, dejó claro que la pastoral no puede ser una camisa de fuerza, sino una mano tendida. Este gesto de apertura no solo humanizó a la Iglesia, sino que la acercó a aquellos que durante siglos se sintieron excluidos.
Pero también fue incómodo. Como todo verdadero profeta, Francisco fue blanco de críticas internas. Algunos sectores más conservadores lo tildaron de “demasiado progresista”, y lo acusaron de diluir la doctrina. Sin embargo, él nunca quiso destruir las raíces, sino podar lo que impedía el crecimiento.
Como él mismo dijo: “No tengamos miedo de cambiar, si eso nos hace más fieles al Evangelio”. Quizá la imagen más poderosa que dejó fue la del Papa solo, bajo la lluvia, en la plaza vacía de San Pedro durante la pandemia. Fue un símbolo de fragilidad común, pero también de su papel como guía espiritual en medio de la tormenta. No predicó desde el mármol, sino desde el barro de la historia.Periodista