La euforia se apoderó de la fanaticada. En los últimos minutos Panamá anotó un gol que dejó por fuera a los Estados Unidos de jugar la final de la Liga de Naciones de la Confederación del Norte, Centro América y del Caribe de Fútbol, CONCACAF. Siempre se ha visto estos encuentros como la lucha de David contra Goliat. La nación poderosa que hoy nos arrincona con las locuras de su presidente fue vencida ayer.

Ese resultado nos hizo recordar esa batalla épica entre hebreos y filisteos. No sé si Donald Trump sigue las incidencias de su selección... ¡de ser así, ayer debió ser un día amargo para él! Ya lo veo analizando a nuestros jugadores para ver si alguno tiene rasgos chinos y continuar con sus mentiras. La selección nos regaló otro triunfo histórico y pese a los cierres de calles y manifestaciones continuaré disfrutando este regalo como se debe.

Un triunfo es el resultado de una combinación de factores que interactúan y se potencian. Es el aporte de un conglomerado para conseguir el logro deseado y llegar a la meta antes que los demás. Para triunfar se requiere esfuerzo y dedicación y eso fue lo que demostraron el técnico y los jugadores.

Lo que hizo Panamá ayer en campo adversario es producto de la constancia y la disciplina. Significa que hay pasión y motivación para defender los colores de la Patria. También entra en escena la resiliencia que es la capacidad para superar fracasos, aprender de los errores y seguir adelante. Esto es crucial para alcanzar el éxito. Anoche hubo apoyo y colaboración. Los jugadores nunca se achicaron a pesar de enfrentarse al gigante. Jugaron con actitud positiva y optimista y allí tenemos los resultados.

Gracias mi selección por otro triunfo que nos ayuda a mitigar las penas. ¡Todos a celebrar... y que lo cierres de calles y las manifestaciones no empañen la alegría que sentimos y vivimos! Abrazos y que Dios nos bendiga.

Docente universitario