Doctorados sin brújula, entre títulos propios y el espejismo de la internacionalización
- martes 08 de julio de 2025 - 9:00 AM
En los pasillos de la academia panameña circula una moda que debe prender las alarmas: la creciente presencia de títulos propios expedidos por universidades extranjeras, especialmente españolas, que algunos presentan como si fueran doctorados oficiales o ejecutorias válidas. Detrás de ese barniz de prestigio importado se esconde un riesgo serio: el debilitamiento del rigor académico nacional y el autoengaño institucional.
Lo primero que debe quedar claro es que la Universidad de Panamá no reconoce los títulos propios, una postura que aplaudo por proteger la integridad de la formación doctoral en el país. Los títulos propios, en el contexto español, son programas creados por las universidades que no cuentan con el aval del Estado ni están sujetos a los controles de calidad de la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). En otras palabras, no son títulos oficiales, aunque su presentación muchas veces intente confundir.
No se trata de rechazar la cooperación internacional, todo lo contrario, sino de exigir que esta se base en la excelencia comprobada, la acreditación legítima y la producción científica real.
La Universidad de Panamá, como primera casa de estudios, tiene la obligación de mantenerse firme en sus criterios y evitar el borriguero por iguana, esa peligrosa tendencia a asumir que todo lo extranjero es superior, aunque no tenga sustancia.
Mientras se ensalza el modelo español como un referente —modelo que, sí, ha tenido avances normativos y estructurales importantes, no puede ignorarse que junto a sus doctorados oficiales convive una industria paralela de formación no acreditada, que encuentra en América Latina un mercado fértil, donde muchos profesionales buscan títulos rápidos, sin publicaciones indexadas, sin producción investigativa tangible, y con poca o nula supervisión académica.
¿Es ese el camino que debemos seguir?
Yo creo que no.En lugar de importar fórmulas que muchas veces responden más al negocio educativo que al compromiso con la ciencia, Panamá debe mirar hacia sus propias fortalezas y hacia los modelos de excelencia latinoamericanos. Universidades como la UNAM, la USP, la UBA o la Pontificia Universidad Católica de Chile son ejemplos de cómo se puede alcanzar prestigio global con base en la investigación rigurosa, el compromiso social y la defensa de los valores académicos.
La Universidad de Panamá debe seguir ese camino: fortalecer sus propios programas doctorales, exigir publicaciones científicas, garantizar tutorías de calidad, y formar investigadores que aporten a los desafíos nacionales.
La verdadera internacionalización no está en la etiqueta del título, sino en la capacidad de producir conocimiento útil, contrastable, ético y con impacto.
Estamos a tiempo de diferenciar la excelencia real del brillo vacío. Y más que nunca, la academia necesita brújula, no espejismos.