Primer día de clases y vuelven los tranques. Las aulas se llenan de gritos. Gritos de alegría por volver a ver a los compañeros después de unos meses de vacaciones. Ocurre en las escuelas citadinas; también en zonas remotas, donde solo acude un puñado de niños a recibir las lecciones. Ese mismo inicio de clases trae algunos ajustes en la vida de padres de familia, educadores y trabajadores que no tienen niños en la escuela.
Es sabido que muy temprano el tráfico se pone lento por muchas razones, y que esa marea de vehículos disminuye cuando ya los alumnos están en sus respectivos salones, listos para conocer a sus nuevos maestros. Como única solución, hay que levantarse más temprano y tomar el rumbo antes de que salgan los primeros rayos del sol, tal como lo hacen los estudiantes que viven lejos de sus centros escolares en las zonas remotas del país. Aquí, es la forma de pasar primero esa marea de carros y evitar el sofoco de que nuestros niños lleguen tarde el primer día de clases o se pierdan los actos protocolares del lunes.
Ya por la tarde, noche, en casa, nos toca escuchar las vivencias del primer día y prepararnos para el martes y el resto de la semana. Y así, todos vamos ajustando nuestros horarios. Sin darnos cuenta, han pasado los tres trimestres del año. Volviendo al presente, al ahora. ¡Feliz regreso a clases!