• domingo 27 de abril de 2025 - 12:00 AM

Voz sencilla y fuerte del siglo XXI

Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina; sus abuelos paternos eran italianos de la región del Piamonte. Fue el primer Papa latinoamericano, jesuita y el primero en llamarse Francisco, en honor a San Francisco de Asís. Su liderazgo ha sido transformador, humano y coherente.

Siempre se cuestionaba: ¿Estamos dispuestos a vivir con más compasión, humildad y valentía? Repetía constantemente una frase que cambió el tono de la Iglesia: “¿Quién soy yo para juzgar?”

Su punto focal era el perdón y el cuidado de los más débiles: niños, mujeres, migrantes y enfermos. Fue una voz potente, señalando que debemos cuidar la Tierra. Los encuentros con los jóvenes lo llenaban de ilusión, esperanza y alegría. Se le notaba renovado en cada palabra que les dirigía. Siempre los motivaba diciendo: “No sean espectadores de la vida, hagan lío, salgan y sueñen en grande.”

Y a quienes tenemos “juventud acumulada”, nos decía: “Escuchen a los jóvenes, ellos tienen intuiciones que el mundo necesita.” Quería una Iglesia que saliera a la calle, una Iglesia viva. “La Iglesia necesita a los jóvenes: su entusiasmo, su creatividad y su alegría.” “No se dejen robar la esperanza.”En momentos de dificultad, alentaba a mantener viva la fe y la confianza.

Reconocía que las redes sociales han conectado al mundo, pero también han maximizado la desinformación. Visitó Panamá en enero de 2019 para la Jornada Mundial de la Juventud, siendo una de las actividades más hermosas que nos unió como país. En uno de sus discursos dijo: “Qué fácil resulta criticar a los jóvenes y pasar el tiempo murmurando, si les privamos de oportunidades laborales, educativas y comunitarias, desde donde agarrarse y soñar el futuro.” Y con firmeza, agregó: “Jóvenes, no tengan miedo, que están para más.” Un llamado a superar los temores y a aspirar a grandes ideales.

El Papa Francisco es el rostro visible de una Iglesia que no excluye, que escucha, una Iglesia donde el Evangelio no es una doctrina fría, sino un acto de amor vivo, que se escribe en las calles, en las cárceles, en los hospitales y en las comunidades.

Porque la autoridad no necesita ostentación, sino coherencia.

Reconocía que las redes sociales han conectado al mundo, pero también han maximizado la desinformación.