El Palacio Justo Arosemena, donde está ubicado el hemiciclo y los nueve pisos de oficinas de la Asamblea Nacional, fue inaugurado en 1956, hace 68 años. Fue una de las primeras instituciones que salieron de la ciudad amurallada, hoy conocido como el Casco Antiguo. La propuesta original era ubicarlo en lo que hoy es la Plaza Porras.
En este recinto se han dado grandes debates, con profundas decisiones que han impactado al país desde mediados del siglo XX. Este es el escenario de los debates reflexivos, a veces acalorados en representación de un pueblo que anhela soluciones; es un espacio de deliberación democrática, donde deben escucharse las voces diversas del pueblo panameño.
La sociedad exige un foro de altura, no una tarima de provocaciones personales. Actualmente, lo que observamos, revela la falta de formación política, la ausencia de cultura democrática y el irrespeto a la institucionalidad.
Las mujeres que hemos participado en la Asamblea Nacional no escapamos de esta violencia política. No es nueva: solo cambia de forma y persiste. Desde insultos que intentan enviarnos al hogar, hasta campañas de humillación pública o descalificaciones sexistas. Todo eso tiene nombre: violencia política de género y en Panamá tiene historia.
En 1995 lo viví en carne propia. En el Salón Azul, un colega me gritó: “¡Vete para tu casa a cuidar tus hijos!”. Se hablaba en nombre de una cultura que prefería vernos en silencio y fuera del pleno. Treinta años después, el escenario no ha cambiado tanto.
Cuando un “padre de la patria” con poder, tribuna y fuero utiliza su investidura para agredir a mujeres, y a sus propios colegas para luego estar taquillando, no estamos ante un estilo de debate crítico, estamos ante violencia institucional.
Y frente a eso, no se puede guardar silencio. Cuando los argumentos se agotan y la violencia toma la palabra, la política pierde su razón de ser.
El diputado que insulta ofende, denigra, irrespeta y que se oculta, a través de glosas y mentiras, avergüenza y su deber es jamás cruzar el límite.
La Asamblea merece ser un lugar de debate y vanguardia de la patria, sus miembros tienen la palabra.