- martes 05 de julio de 2016 - 12:00 AM
La vida de inseguridad del menor rehabilitado
Por razones obvias, dentro del ambiente carcelario de menores y adultos, las medidas de seguridad tienden a extremarse. No hay interés de hacer que la visita le sea agradable al visitante, ni que el interno olvide siquiera por un minuto que debe soportar resignado una existencia como ciudadano de segunda categoría. En esas condiciones adversas, intentamos reeducar al interno; es decir, producir cambios conductuales para su retorno a la sociedad. Así entendida la ‘seguridad', resulta ser un medio que garantiza el mínimo de condiciones necesarias para que el privado de libertad estudie, trabaje, y reflexione sobre su vida a futuro.
Pero, nada se habla de la seguridad del que abandona las cárceles. Y aunque suene paradójico, el regreso del ‘menor rehabilitado' a la calle, se torna más riesgoso que para aquel que decide seguir con su vida delincuencial. Como sus antiguos compinches consideran como traición que haya de abandonado a ‘la banda', se convierte en presa objeto de amenazas y acoso por semejante osadía.
El ingreso a la cárcel, es el resultado de la acción coordinada de jueces, fiscales y policías, en tanto que a la salida, ningún componente oficial se hace presente. Y lo peor es, que el día que llega ‘la boleta', en el barrio hay fiesta, que precisamente patrocina ‘el capo de turno'. El preso espera paciente su libertad, la que el día que llegue se convierte en un dolor de cabeza, que supera el casos el horror carcelario.
Hay ‘líneas calientes' para todo, pero el ex prisionero no tiene donde quejarse. En esas condiciones, y con la fuga de información existente, no hay nada más riesgoso para su propia vida, que intentar denunciar el abuso ante las autoridades. Alguna fórmula institucional debe implementarse, pues la lucha de muchos por arrebatar de las garras del delito a un menor, se tira a la basura.
Todo menor liberado; sea que pagó su condena o que recuera su libertad anticipadamente, por su seguridad personal, debe quedar sometido a la vigilancia policial, sin que ello implique una limitante a su libertad ambulatoria. Al repudio social habría que sumarle ahora, las represalias de la delincuencia.
*Abogado y docente
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Todo menor liberado, por su seguridad personal, debe quedar sometido a la vigilancia policial...