• martes 11 de octubre de 2022 - 12:00 AM

¡Vamos a la concreta!

Como hoy se quieran mirar los aciertos y errores de los gobiernos militares establecidos a partir del Golpe de Estado de 1968, los cambios que ese...

Como hoy se quieran mirar los aciertos y errores de los gobiernos militares establecidos a partir del Golpe de Estado de 1968, los cambios que ese proceso político generó en todos los aspectos de la vida nacional son incuestionables. Hablan de todo ello, la recuperación de del Canal y la soberanía sobre todo el territorio panameño, el surgimiento de una fortalecida clase, y el prestigio que ganó Panamá dentro del concierto de las naciones.

Negaríamos la historia si intentáramos invisibilizar los muchos aportes que tras el logro de esas reivindicaciones nacionales, aportaron gobernantes y las generaciones anteriores, alcanzando posiciones cimeras la gesta patriótica del 9 de enero de 1964. Pero este transitar ese ascenso incontenible se detuvo, debilitándose la transición democrática, al revivir todos los vicios y defectos del pasado lejano y cercano, contaminando de paso la aspiración ciudadana por vivir en una democracia participativa, justa y con oportunidades.

Con tantos ejemplos estimulantes a emular, la política terminó convertida en un oficio repudiado en la sociedad, a causa del ideologismo desenfrenado y de la politiquería pseudo democratizadora, que amenaza con echar al traste cualquier iniciativa dirigida a construir con ojos pragmáticos, un nuevos proyecto nacional. Así, dentro del movimientos social hay una absurda disputa por liderar el radicalismo ‘izquierdista'. Por otro lado, a los sectores ‘democráticos' sólo les interesan las elecciones, y con ese objetico en mente nos han convencido que ‘todo se vale' cuando se trata de conseguir un voto.

Los militares afianzaron su sobre las armas, pero fue su visión pragmática más que todo, la que les permitió alcanzar el éxito que la historia hoy les reconoce. Es que para librar la lucha canalera, así como para afianzar sus ambiciosos planes de desarrollo social, los uniformados consiguieron una tregua estratégica entre n ‘izquierdas y derechas', sin necesidad de que depusieran sus banderas y consignas.

Hoy, el país se nos viene encima, y lo peor de eso es que ‘la clase política' sigue atrincherado en sus ‘capillitas', supeditando esos impostergables entendimientos sobre el hambre y las necesidades colectivas, a la aceptación de unas verdades a las que el tiempo condenó a ser objeto de devoción sectaria.

ABOGADO