La decisión tomada por el Consejo Académico #5-2025, de proceder a cancelar las clases presenciales en la Universidad de Panamá, so pretexto de “salvaguardar la integridad de toda la comunidad universitaria”, además de descomedida es un abierto atentado contra la educación de sus estudiantes.
Durante los últimos meses, más que en años anteriores, los impostores del otrora templo de educación superior, no han escatimado medios ni esfuerzos para deformar, degenerar o irrespetar el concepto de la autonomía universitaria.
Poco le ha importado al rector de la Universidad de Panamá y a sus aliados y cómplices, internos y externos, pecar de irreverentes, falsos o delincuentes mismos con relación a la misión de la Universidad. Han tirado por la borda las tres funciones esenciales de la misma: “la transmisión de la cultura, la enseñanza de las profesiones y la educación científica.”
La codicia, la avaricia, la arbitrariedad, el culto a la personalidad, el nepotismo, los conflictos de intereses y el tráfico de influencias, entre otros vicios, han servido de norte –por acción u omisión- al rector, vicerrectores, decanos y directores de Centros Regionales, para convertir a la Universidad de Panamá en una cadena de feudos a la antípoda de lo que está llamada a ser una institución académica.
Los razonamientos sobre Autonomía e Idealismo para la Universidad, (formulados por Octavio Méndez Pereira en el acto de graduación del 2 de marzo de 1943), han sido ocultados y olvidados, como olvidadas han sido las normas que rigen a la Universidad a nivel de Ley y de Estatuto. La Universidad es, hoy más que nunca, presencia, asistencia, vocación, misión pero, sobre todo: educación permanente. La modalidad no presencial decretada es un engaño y punto.
En ningún momento puede considerarse que el sagrado principio de la autonomía universitaria debe servir para evadir los mandatos de la Constitución y las Leyes de la República y, menos aún, para ocultar prácticas delictivas con los bienes patrimoniales y los fondos presupuestarios de la Universidad.
Triste y sola, en manos de los golosos del poder, de los que solo piensan en reelección y no, en el sagrado deber de la educación, queda hoy la Universidad-