- domingo 10 de noviembre de 2024 - 12:00 AM
La semana pasada, los panameños con muchas razones, celebramos los acontecimientos que se llevaron a cabo los días 3, 4 y 5 de noviembre de 1903 y días siguientes, cuando los cabildos interioranos, apoyaron los actos separatistas del 3 de noviembre de 1903, después de 82 años de convivencia con la República de Nueva Granada y después Colombia.
Esa unión o alianza política voluntaria con la Gran Colombia que se generó en noviembre de 1821 se dio por nuestra pequeñez territorial, escasa población (100,000 habitantes en 1821), sin riqueza y sin ejército para defender la causa independentista. Nos unimos a Simón Bolívar y su sueño de formar una gran nación en Sudamérica. Era un gran proyecto político donde los panameños esperaban tener un espacio para su desarrollo y prosperidad.
El Istmo de Panamá y sus dos grandes provincias, Panamá y Veraguas. La Villa de Los Santos y pueblos aledaños, pertenecían a la provincia de Panamá, fueron los primeros en gritar “libertad e independencia”. No solo gritaron en el cabildo santeño, sino que los pueblos interioranos se dispusieron a pelear, bajo la comandancia de Segundo Villarreal, en defensa de la voluntad independentista. La capital de la provincia de Panamá amenazó reprimir a los libertarios santeños, pero pudo más la inteligencia, el consenso y la conspiración capitalina que ya caminaba. Ella se dio el 28 de noviembre de 1821, cuando el cabildo abierto de Panamá, declaró la independencia y en su acta fundamental, proclamó su unión voluntaria a la Gran Colombia de Bolívar. La provincia de Veraguas, siguiendo el ejemplo santeño y el de la provincia de Panamá, reunidas las autoridades en el cabildo de Santiago, el 1 de diciembre de 1821, declaran iguales propósitos, así lo comunicará el coronel veragüense, José de Fábrega, prócer independentista al libertador Simón Bolívar.
Justo Arosemena, apunta con certeza que: “la diplomacia y el espíritu mercantil nos fueron de tanta utilidad como las lanzas y fusiles a nuestros hermanos de coloniaje. Intriga y oro fueron nuestras armas, con ellas derrotamos a los españoles, y esa derrota cuyos efectos fueron tan positivos como las del cañón, tuvo la inapreciable ventaja de ser incruenta”.
“Independencia sin sangre”, un himno a la vida.