Los amigos y los familiares acudimos este lunes a la iglesia Don Bosco para despedir a José Hernández, un periodista que trabajó con tesón durante toda su vida.

En medio del templo, el cuerpo de don José esperaba las palabras finales en este paso por la vida terrenal.

Le correspondió al diácono Eduardo Mendoza, compañero de trabajo en los años que don Jnosé se desempeñó en la Contraloría, leer el evangelio y dar la homilía, acompañado al sacerdote.

Fueron tantos años dedicados a la comunicación, desde diferentes trincheras.

Tantas experiencias que compartía con quienes seguimos en este bregar. Al preguntarle sobre la potente voz que lo caracterizaba, me relataba que sus padres, cuando él era niño, luego de la cena, le daban la palabra para que comentara los hechos más relevantes ocurridos en el día.

A don José lo conocí de cerca en los últimos años de su vida. Falleció a los 74 años. Era de aconsejar, siempre tenía las palabras adecuadas, pero sus canas tampoco impedían que recibiera los mensajes de los más jóvenes.

Era una conversación de dos vías. Era un maestro que se alegraba de los triunfos de sus alumnos. Era un hermano mayor que cuidaba de los más pequeños.

Ya casi terminando su labor como jefe en la Caja de Seguro Social, en octubre del año pasado, fui uno de los testigos de su magistral informe de rendición de cuentas en la Ciudad de la Salud.

El auditorio le correspondió con el aplauso y admiración.