• miércoles 12 de marzo de 2025 - 12:00 AM

Ucrania: Con o sin Estados Unidos

La euforia europea ya pasó. La inestabilidad política y los conflictos electorales propios de la democracia europea marcan el ritmo

Lo primero que debo puntualizar categóricamente es que Ucrania no puede ganar la guerra en las actuales condiciones, y en eso Donald Trump tiene razón, nos guste o no. Toda la ayuda recibida del gobierno de Biden y de la Comunidad Económica Europea solo ha servido para que Zelensky exhiba una especie de heroísmo como símbolo de resistencia ante el Oso Mayor, la patria de Lenin, a costa de miles de muertos, heridos y lisiados que engrosan las estadísticas de la situación en Kiev. Más del 20 % del territorio ucraniano está perdido, el 60 % de la red de infraestructura ha sido impactada y, de ese total, un 20 % es inutilizable. La economía está colapsada por los estragos de la guerra, hay fisuras en la estructura militar y de defensa... No son estos índices para hablar en tono desafiante, como dicen en mi pueblo.

Para nadie era un secreto a nivel internacional que la llegada de Trump a la Casa Blanca representaba un giro en la relación con Moscú. Quien no entienda los motivos debe revisar los pormenores de su primera campaña y la última, en la que salió airoso el octogenario expresidente. Los documentos y análisis internacionales están allí como material de consulta. Putin y Trump coinciden en su visión del poder y su influencia global. Geopolíticamente, persiguen los mismos propósitos, aunque tengan aliados que, en el ámbito político, no se pueden ni ver. Y es fácil entenderlo: Moscú representa para Trump un apoyo para materializar su lema de campaña, Make America Great Again, a cambio de impedir que la Unión Europea aísle a Putin y que la OTAN concrete su anhelo de cercar militarmente las fronteras rusas.

Dentro de este tablero de ajedrez, con movidas tácticas dignas de Kasparov y Spassky, la guerra en Ucrania y su desenlace cobran ahora una importancia estratégica dentro de la política internacional. Zelensky y sus socios europeos lo saben perfectamente, y por eso, menos de 48 horas después del desplante en la Casa Blanca, organizaron una cumbre en la que desplegaron la alfombra roja para el héroe ucraniano. Pero desde entonces, nada ha cambiado ni cambiará, salvo que Moscú sigue bombardeando regiones de Kiev y recuperando territorios en Donbás, Járkov y Kursk.

La euforia europea ya pasó. La inestabilidad política y los conflictos electorales propios de la democracia europea marcan el ritmo. En España, con Pedro Sánchez, la crisis económica, la sanidad y el empleo encabezan las preocupaciones de la población. En Francia, un Parlamento dividido dificulta la gobernabilidad si no se cuenta con una fuerte capacidad de negociación. Italia y Alemania atraviesan transiciones de poder entre sus principales fuerzas políticas. Este panorama, en términos generales, no es el más favorable para que Europa enfrente cara a cara a Estados Unidos. Trump los espera, uno a uno, en la Casa Blanca. Y el primero será el canciller alemán.

Analista y consultor político