- jueves 24 de agosto de 2017 - 12:00 AM
Torciendo la sierpe
Justicia. Del latín, que carecía de jota: iustitia. Los romanos la imaginaban ciega, y su representación aparece vendada, con una balanza y una espada. Ciega porque no favorece a nadie en especial. Basada en las evidencias, los hechos: la balanza. Con la espada, no teme y aplica con vigor las sentencias.
A principios del año 2015, se inaugura en el Ministerio Público un inusual proceso de investigaciones, que resultó en la privación de la libertad de exministros, otros exfuncionarios y empresarios. A finales de ese año, la Corte Suprema, en resolución histórica, ordenó la detención de un exjefe de Estado. Aún está en desarrollo esa investigación. Ese exjefe de Estado está detenido en EE.UU. por el requerimiento de la justicia local para ser investigado en nuestro país. Un caso controversial.
La verdad es el marco de la justicia. Su contraparte es la impunidad. Existe un sentimiento de que no sean castigadas personas que han cometido delitos, sobre todo graves. Se liga con el flagelo de la corrupción –obtener beneficios del Estado mediante el abuso de poder-.
Si se encuentra la verdad y se castiga, de ser necesario, se logra la ‘paz', del latín pax. Es la paz ese estado interior de bienestar, de confort. Equilibrio espiritual. De no guerra, no conflicto. En hebreo, es el ‘shalom' del encuentro y también de la despedida.
Frente al bamboleo judicial, en el que se vive el peligro de la certeza del no castigo, significado por esa serpiente de la impunidad, se invoca dos palabras latinas, justicia y paz, para delinear y colorear la vida en sociedad del presente y el futuro más próximo.
En justicia y paz, debe centrarse cualquier costura de un pacto social indispensable en una comunidad que se precie y cuyo horizonte castigue el juegavivo –una sola palabra- y prestigie el bien común.
Periodista y filólogo