- martes 15 de octubre de 2024 - 12:00 AM
Imagínate lo que ocurrió en la isla Guananí, aquel 12 de octubre de 1492. Los “nativos” de repente divisaron a las carabelas de Colón, y a la carrera prepararon un gran banquete para recibir a “sus visitantes“. Esas profecías que hablaban de hombres provenientes de los mares, trayéndoles idioma, fe y solidaridad, cortesía de los reyes españoles.
Por supuesto que nada de eso ocurrió. Por el contrario, llegaron y ni siquiera saludaron, y lo primero que hicieron fue declarar que esos territorios, y la vida y bienes de sus habitantes, por voluntad de Dios ahora les pertenecían a los Reyes de España. De allí y hasta nuestros días, los pueblos originarios vivieron toda suerte de humillaciones y maltratos físicos. A la fuerza se les redujo a la condición de bestias de carga, y como “plus”, perdieron sus culturas milenarias.
Durante siglos han vagado y siguen vagando sin rumbo, sin que la historia oficial aluda a su extinción como un verdadero genocidio. La corona les vejó; la república no les liberó, y la democracia les tiene como ciudadanos de “segunda clase”. Cómo habría de ser su condición, que el fray de las Casas rogó misericordia por “la indiada avasallada”, y lo logró y su relevo trajeron miles de esclavos africanos.
La corona española no reconocerá estos abusos, por entender que esos “pecadillos” quedan compensados con los frutos que rindió la labor evangelizadora y civilizadora en beneficio de “los indios”. Hoy hablan en castellano y le rezan al crucificado, pero con todo eso, la humillación no termina.
En mi mente conservo gratos recuerdos de esos jóvenes emberás con los que compartí estudios primarios, y también me siento orgulloso de que por mis venas corra sangre india. Por tal razón, hoy no puedo ver con indiferencia que ayer los reyes y hoy nuestros gobernantes cuestionen la justeza de sus luchas y reclamaciones.
Ese incansable espíritu de lucha heredado de sus ancestros, de a poco se viene despertando en la indiada. Si bien no lograrán obtener todo lo perdido, la recuperación de su dignidad mancillada es una aspiración que en justicia los patriotas debemos hacer propia. ¡Sin nuestros indios no hay democracia!