Sin escrúpulos

La decisión de la Asamblea Nacional de Diputados de recurrir a la Corte Suprema de Justicia para desarmar lo actuado por parte de la Contraloría General de la Nación, con relación al uso inadecuado de las millonarias partidas secretas, lejos de ser una jugada de sapiencia política como algunos pretenden sugerir, podría tener un efecto adverso frente a la opinión pública.

En momentos en que todo lo político causa hastío en la gente, la incredulidad y la desconfianza se constituyen en los elementos más peligrosos para la estabilidad social del país.

Acciones incendiarias como la que tomó la Asamblea Nacional para evadir la responsabilidad de rendir cuentas por los cientos de millones de dólares que pasaron de forma oculta por sus bolsillos, podrían salir más caro al país, que el mismo dinero empleado para comprometer la conciencia y la honorabilidad del cargo de diputado.

Por suerte, el rechazo de la ratificación de las magistradas enviadas por el Ejecutivo a la Asamblea Nacional, sirvió para evidenciar la forma de chantaje y de extorción política, que al final, sirvió como ejemplo para explicar el misterio de como se costea el alto nivel de vida de los diputados y el enorme gasto en que incurren para obtener una curul.

Otro elemento que quedó evidenciado en la acción tomada por la Asamblea Nacional, fue la comodidad que sienten cuando sus pecados están en manos de la Corte Suprema de Justicia. No es para menos, si se tiene en cuenta que ambos Órganos del Estado tienen la función de investigarse y juzgarse mutuamente.

Que nunca pase nada en materia de justicia en Panamá, tiene que ver más, con el hecho de que los corruptos se juzgan entre ellos, que con reformar y crear nuevas leyes.

La figura de la Constituyente no servirá de nada, mientras no existan las condiciones que permitan una verdadera certeza del castigo para todo aquel que infrinja la ley, sin distinción de su condición política, económica y social.

Periodista

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Que nunca pase nada en materia de justicia, tiene que ver más, con el hecho de que los corruptos se juzgan entre ellos