La máxima de Mahatma Gandhi que explica que la paz no es un objetivo final que se alcanza luego de un proceso, sino un estado que debe ser aplicado en cada paso, define la forma y no el fondo del concepto. La célebre frase de Gandhi: ‘No hay camino para la paz, la paz es el camino’, se expresa en un concepto amplio, sobre la base de la resolución de conflictos mediante la justicia y la armonía.
El compromiso continuo de cultivar la voluntad de entender a los demás, de aprender a escuchar y de buscar soluciones pacíficas a los conflictos, es una cualidad que debe ser adquirida por todas aquellas personas que aspiran a dirigir una nación.
El diálogo no es un camino directo a la paz, sino un vehículo que puede conducir a la misma. La paz no es solo un proceso, sino el resultado de un esfuerzo conjunto, que puede ser liderado por la sensatez del que gobierna, o en caso inverso, forzado por la lucha de los gobernados.
El statu quo no es más que un acto de fuerza que se preserva a partir del uso del poder que confiere el pueblo a sus gobernantes durante un periodo determinado. Cuando se habla de un proceso de paz, no cabe lugar a la imposición ni tampoco queda espacio para la intimidación ni el chantaje.
Panamá enfrenta, por un lado, a un gobierno autoritario de derecha; y por el otro, a un grupo de presión social anárquico de izquierda. Lo que se impone para la solución del conflicto es una mirada hacía el centro de las posiciones.
Los panameños han manifestado su malestar por el autoritarismo del gobierno, al igual que, por la radicalización de una izquierda intransigente. La falta de sensatez por parte del gobierno y el oportunismo malintencionado de algunos grupos organizados, mantienen al país confrontado y dividido. El presidente José Raúl Mulino debe erigirse como un estadista y derrotar a su principal enemigo: su ego.
Los panameños han manifestado su malestar por el autoritarismo del gobierno, al igual que, por la radicalización de una izquierda intransigente
