Hay verdades y mentiras sobre la historia reciente de Panamá. Cada uno las narra según convenga. Pocos son los que ponen el dedo en la llaga sin importar cercanías políticas, financieras o familiares. Un día como hoy, pero en 1987 el coronel Roberto Díaz Herrera le cantó al mundo las bellezas del gobierno administrado por presidentes, pero en el fondo el que conducía la carreta era el mandamás del ejército.
Todos los cañones iban dirigidos contra Manuel Antonio Noriega. Díaz Herrera habló del fraude de 1984 con la complicidad de los magistrados de turno en el Tribunal Electoral; narró sobre los negocios de las visas a los cubanos; se refirió a los 12 millones que donó el Sha de Irán como agradecimiento al asilo otorgado por su primo el general Omar Torrijos Herrera; contó acerca de los sucesos verdaderos sobre la detención, tortura y decapitación de Hugo Spadafora. En fin, el hombre estuvo denunciando, desde la tarde del 6 de junio de 1987 hasta la madrugada del 27 de julio del mismo año.
Fueron casi dos meses en que la residencia del coronel se volvió un hormiguero. Mujeres, hombres, ancianos, jóvenes y niños acudieron al hogar de Díaz Herrera. Algunos tenían la curiosidad de saber cómo vivía, otros iban a buscar protagonismo y réditos políticos, pero la inmensa mayoría asistía para apoyarlo en sus declaraciones valerosas. Me cuentan que allí se preparaban refrigerios y comidas diarias para cientos y cientos de personas.
Roberto Díaz Herrera estaba enojado, triste, desilusionado, hastiado de ver cómo Noriega manejaba a su antojo a la nación. En su cabeza debieron pasar las dos ocasiones en que Noriega le dio órdenes para matar a dos personas. Frente a esas peticiones Díaz Herrera se negó de forma rotunda, expresándole al general que su educación y valores no le permitían caer tan bajo. Supongo que los hechos ocurridos, días anteriores a sus revelaciones, lo empujaron a gritarle al mundo lo que estaba haciendo Noriega.
Es posible que muchos esperaban que también hablara de las bellezas y errores de su primo Omar Torrijos Herrera, pero en ese momento los dardos tenían nombre, apellido y apodo, Manuel Antonio Noriega...el MAN. Siempre lo voy a sostener en los foros y conferencias, el coronel fue el detonante que acabó con el reinado de los militares. Provocó la unidad de los panameños en torno a una causa; inspiró a un gran sector de la sociedad, para darle vida a la Cruzada Civilista Nacional; alejó al votante de no inclinarse por las fuerzas políticas de los militares y del PRD en las elecciones del 7 de mayo de 1989 y empujó a los norteamericanos a intentar negociar una salida honrosa de Noriega. A lo anterior también se debe agregar que Díaz Herrera caló en la mente de muchos militares jóvenes y honestos quienes encabezaron dos intentonas para derrocar al dictador; la del 16 de marzo de 1988 y la del 3 de octubre de 1989. Ambas fallidas.
Hoy, puedo asegurar que el coronel vive en la estrechez financiera. Y luego de investigar por aquí y por allá me es fácil decir que los militares fueron tontos útiles antes y después de 1968. Desde que se fundó la república los poderes económicos han utilizado a la policía, guardia nacional y fuerzas de defensa para sus propósitos políticos, empresariales y económicos. No encuentro a militar alguno millonario, pero sí es fácil reconocer a muchos civiles millonarios que se hicieron más millonarios con el proceso revolucionario y a muchos que ayer eran don nadie convertidos en seres humanos de clubes exclusivos, ostentando fortunas crecidas al calor de sus contactos con los de uniforme.
Como hombre dedicado a la lucha por la justicia, democracia y la libertad reconozco el valor de Roberto Díaz Herrera por lo que hizo a partir del 6 de junio de 1987. Desde el 27 de julio hasta finales de diciembre de 1987, Roberto Díaz Herrera estuvo encarcelado por órdenes de Noriega. En la soledad del encierro se pudo dar cuenta de quiénes eran los verdaderos amigos. Tuvo visitas de algunos que ayer le besaban los pies, para, en esos momentos, irlo a amedrentar y a lanzarle una que otra amenaza. Roberto Díaz Herrera estuvo en la cárcel Modelo durante casi 200 días esperando un desenlace fatal. Creo, a no dudarlo, que sus contactos internacionales y las actuaciones que tuvo durante el ejercicio de sus cargos militares se convirtieron en su tabla de salvación. Díaz Herrera es liberado en la víspera de la Navidad de 1987 y en esta negociación tuvo mucho que ver su esposa venezolana Maigualida de Díaz Herrera. Gracias a los contactos internacionales y a las buenas relaciones del coronel y de su esposa Noriega termina dando el visto bueno para sea exiliado. El militar retirado viajó a Venezuela donde lo esperaban su esposa e hijos. La vida es irónica. El coronel inició servicios en la policía nacional como administrativo de la cárcel Modelo, luego de llegar graduado de una academia peruana y termina como prisionero en ese mismo centro carcelario. Las atenciones no fueron las mejores y desde el inicio fue confinado en una celda oscura. Cada uno tendrá su opinión, pero, para este servidor, el coronel Roberto Díaz Herrera saldó las cuentas pendientes que tenía con la sociedad. Abrazos y que Dios nos bendiga.