• miércoles 04 de junio de 2025 - 3:05 PM

Realidad de los colegios particulares

Aún es necesario garantizar que la educación no se convierta en un privilegio

En Panamá, los colegios particulares representan una alternativa educativa que ha ganado fuerza durante las últimas décadas. Muchos padres optan por esta modalidad buscando una educación más personalizada, con programas bilingües, actividades extracurriculares variadas y un ambiente académico exigente.

No obstante, esta decisión también refleja una realidad más profunda: la creciente desconfianza hacia el sistema público y las desigualdades sociales que atraviesa el país. La matrícula en un colegio particular puede superar los mil balboas, sin contar mensualidades, uniformes o materiales. Esto limita el acceso a una educación privada de calidad únicamente a quienes pueden costearla, dejando a gran parte de la población en condiciones desiguales.

A pesar de los avances, aún es necesario garantizar que la educación no se convierta en un privilegio. Otro aspecto que suele pasar desapercibido es la conexión entre algunos colegios particulares y sectores del gobierno. Existen subsidios y apoyos estatales que se otorgan de manera poco transparente, sin criterios claros de fiscalización y rendición de cuentas.

Esto no solo genera suspicacias, sino que también pone en duda el verdadero compromiso del Estado con una educación equitativa. Los colegios particulares tienen mucho que ofrecer, pero también deben responder al compromiso ético de educar con equidad, transparencia y excelencia. En medio de la crisis estructural del sistema público, muchos colegios particulares se benefician directamente de su deterioro.

Mientras las escuelas oficiales enfrentan falta de recursos, infraestructura precaria y una gestión ineficiente, el vacío lo llenan instituciones privadas que capitalizan la desesperación de padres y estudiantes. Así, el fracaso del sistema público se convierte en una oportunidad de negocio, perpetuando un modelo donde la educación de calidad depende del bolsillo y no del derecho.

Ciudadano