Los gladiadores suben y bajan del ring. Parece una estrategia nunca antes vista en una pelea, pero es su manera de esquivar los golpes de los enemigos, que, a todas luces, están en mejor condición física.
Mientras tanto, en la esquina de los estudiantes, se arman con palos, piedras, máscaras y cualquier objeto que encuentren a su paso en el campus. Porque esta pelea se libra desde adentro de la universidad hacia afuera. Más allá está la calle.
Los pelaos dicen que luchan contra una ley que no le conviene al pueblo. Sus contrincantes, en cambio, pelean con ellos porque aseguran que no tienen derecho a obstaculizar el tránsito. Y menos en horas en que los trabajadores cansados regresan a casa.
Bien podría ser la eterna lucha entre el bien y el mal, si lo vemos desde la perspectiva de los estudiantes. Es un combate que dura horas: comienza en la mañana y termina entrada la tarde. Antes, en el GobierNito, estas peleas duraban hasta un mes.
Se tiran con todo. En lucha libre, esto sería una pelea sin reglas, un “todo vale”. Pero deben ir con cuidado: los vecinos del hospital tienen condiciones delicadas, y esos gases que se lanzan alteran a cualquiera.
En este combate, las bombas lacrimógenas son el pan de cada día. Y eso que la gente de la comarca, por ahora, está quieta.