• sábado 09 de abril de 2022 - 12:00 AM

Por convicción 

Soy independiente porque hasta este momento no hay un solo partido político que represente mis principios

Hace días me encontré para tomar un café con una amiga, me contó sobre sus aspiraciones políticas a la representación de su corregimiento y lo malas que están las cosas a lo interno de su partido.  Con toda esta revolución de los diputados independientes, Juan Diego Vásquez y Gabriel Silva y su movimiento ‘Vamos’;  me comentó que consideraba abandonar su partido para unirse a las filas de la coalición.

No pude evitar preguntar las razones por las que se inscribió a su actual colectivo, me dijo que lo había hecho para apoyar a su primo, el que en las elecciones pasadas corrió para un cargo de elección popular. Indago más y me confiesa que varios de su partido en su momento le prometieron ‘un trabajo’; y pienso: he aquí la verdadera razón de la inscripción.

Esto me hizo pensar en todas las personas  que se encuentran inscritos en un partido político con el que no tienen ningún tipo de afinidad ideológica. Personas que fueron sumadas solo para recorrer comunidades vendiendo la campaña de un candidato, que tras ganar jamás se acordó de su existencia.

Algunos de los cuales se inscribieron desconociendo atributos básicos de su partido como visión, principios, fundadores o su historia, solo se les vio como instrumentos de proselitismo. Al final acaban decepcionándose del sistema, de sus líderes, de sus agrupaciones y se convierten en saltarines de partidos, vendiendo progenituras por platos de lentejas.

En mi caso, soy independiente porque hasta este momento no hay un solo partido político que represente mis principios. En el caso de los liderazgos presidenciales, mucho menos, no hay a mi parecer, quien responda realmente al pueblo y a sus necesidades.

No busco paladines, semidioses y caudillos, hablo de una persona que ame realmente a la gente y gobierne con un plan de acción para los más necesitados y que más allá de “regalar peces, enseñe a mi gente a pescar”, que brinde oportunidades reales desligado de intereses Eros, Storge o Philial.

Y aunque acarree la burla de algunos, debo decir que “yo tengo un sueño”, de que en Panamá surja una figura presidencial negra o indígena, que defienda los derechos humanos de los que menos tienen, un activista social que venga de abajo, feminista, quizás ganador de un Nobel ambiental,  que sea un buen político, que no se venda al mejor postor. Uno con tal discurso que haga temblar a la clase élite por su liderazgo e ideales.

Tal vez uno o una que diga algo como: “parte de negar el racismo es no reconocerlo. ¿Cómo una persona que no ha sido racializada puede decir que no existe? Hablar de raza es parte de esa reproducción colonial, pues existe solo una raza, la raza humana. Ya está bueno de hablar de la deuda histórica con los pueblos étnicos, y las mujeres,  es momento de dar el paso a la reparación…”, en este caso cito a  la colombiana candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez Mina; en el caso de Panamá, estoy dispuesta a seguir a una persona con un discurso similar a este.

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