• jueves 26 de junio de 2025 - 5:00 AM

Por amor al arte

Durante estos últimos meses he estado inmersa en exhibiciones artísticas, compartiendo mis ideas, viviendo momentos hermosos y escuchando a los pintores hablar de su inspiración, plasmada entre líneas, colores, conocimiento y sentimiento sublime. En torno a esto, y especialmente al hablar de la apreciación de las artes plásticas en Panamá, he notado cómo se han hecho presentes en museos, bibliotecas, parques, escuelas y convenciones.

En efecto, vemos reflejada esta expresión artística en una vibrante actividad cultural y turística a nivel nacional, lo cual impulsa la llamada economía naranja, sin que se pierda su valor didáctico ni su capacidad para inspirar a nuevos emprendedores a seguir adelante con sus proyectos artísticos.

Ernst Gombrich habla de la pintura como una obra de arte y expresa: “No hay nada de malo en que nos deleitemos con la pintura de un paisaje porque nos recuerda nuestra casa, o en un retrato porque nos recuerda un amigo. Ya que, como seres humanos, cuando miramos una obra de arte estamos sometidos al recuerdo de una multitud de cosas que, para bien o para mal, influyen sobre nuestros gustos.”— Gombrich, Historia del arte (2002).

Desde este enfoque estético, mientras recorría un evento, percibí que el alma de un artista se convierte en un puente entre lo terrenal y lo espléndido. Y en ese tránsito, se crea algo maravilloso: una obra. Esta no es solo la representación de un paisaje, un desnudo, un ave, un retrato o un personaje estéticamente bello; es la creación de una fuerza capaz de conmoverte, de revivir tus pensamientos. Cada vez que la observes, logres conectarte con tu propia realidad. En otras palabras, trasciendes el espacio y el tiempo en un solo instante, y la obra se convierte en tuya, ligada a tus propios recuerdos vividos.