• sábado 16 de agosto de 2014 - 12:00 AM

Pelea de gallos con gallina fina

Si leyéramos una noticia sobre un gallo de pelea que fue golpeado, desplumado, pero herido y tambaleante se levanta nos sorprenderíamos

Si leyéramos una noticia sobre un gallo de pelea que fue golpeado, desplumado, pero herido y tambaleante se levanta, aletea y canta, todos nos sorprenderíamos de lo ocurrido. Nadie creería que pudo desafiar la muerte y salir airoso de la pelea. Esa actividad gallística se puede comparar con la actualidad política del país, pero esto es una ocurrencia porque estamos hablando ahora de dos ga- llos políticos que se creen superhombres.

Hay hombres engreídos cuyas actuaciones no han tenido ninguna trascendencia y significación para la sociedad. Supermachos: sin inteligencia, valores morales, mentirosos y sin sentido, porque su personalidad se formó en un ambiente donde campea la mezquina complacencia personal. Acostumbrados a la prepotencia, denigran, ofenden, lastiman, humillan y golpean física y verbalmente a la mujer; son vulgares que tienen la violencia como aliada y hacen desbarajustes públicos. Esto demuestra un relajamiento peligroso de la moral de algunos ciudadanos que hay que adecentar.

La tragedia de estos superhombres es que son mediocres y no disimulan su malestar frente a mujeres profesionales, valientes, que combaten las injusticias, impunidad y corrupción, aunque sean cometidos por el servidor público más importante.

Contratar sicarias para que golpeen a sus adversarias es una canallada; a esos supermachos de mal agüero se les ha olvidado que no solo las mujeres lloran. Eventos en esta vida hacen llorar a hombres de todas las edades. El hombre que agrede a una mujer es cobarde e infame, es un animal salvaje que desentierra un cadáver para devorarlo y se ensa- ña sobre él porque no puede defenderse.

Estos gallos de pacotilla deberían enfrentarse a otros de su coteja y no meterse con una hermosa gallina fina como Zulay Rodríguez. Deben estar seguros de que la sociedad los señalará con el dedo sobre sus rostros de sabandijas, porque no hay nada más despreciable en esta vida que un hombre cometa violencia contra una mujer.

* Docente universitaria

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