- lunes 18 de julio de 2022 - 12:00 AM
El paro que paró
Durante las últimas dos semanas, Panamá ha sido estremecido por uno de los movimientos sociales más importantes y de mayor participación ciudadana, desde el 9 de enero de 1964.
En efecto, el pueblo panameño se ha volcado a protestar pacíficamente a lo largo y ancho de todo el país. No hay provincia, distrito o corregimiento en el que las voces de protesta y el contundente repudio a la gestión gubernamental, no se haya hecho sentir, muy a la panameña: concentraciones, mitines, marchas, tonadas, cierre de calles, avenidas y carreteras nacionales o provinciales.
En todas ellas ciudadanos del campo y de la ciudad, amas de casa, maestros profesores, trabajadores,transportistas, empleados públicos, profesionales, productores, agricultores, enfermeras, médicos estudiantes de escuelas secundarias, técnicos de salud, universitarios. No ha habido ni día ni hora en el que la protesta dejase de oírse con mayor o menor tono, con pancartas, con banderas patrias. Ni siquiera durante los años de rebelión ciudadana contra el militarismo norieguista (87-88-89), se había producido una unidad en el accionar ciudadano.
La ya permanente y descarada negativa gubernamental y de la partidocracia reinante, a dar plenas garantías a la participación ciudadana para ejercer un control político directo sobre el poder público, ha traído como resultado un espontáneo brote inicial de hastío por las políticas antipopulares, antidemocráticas y antinacionales de la empresa criminal conjunta gobernante.
Acostumbrados al sistema autocrático y autoritario, contemplado en la constitución impuesta en 1972, los gobernantes y sus espoliques se han valido de todos los medios para obstaculizar, limitar e impedir la participación activa de los ciudadanos. El estallido que se ha manifestado en el paro que paró lo cotidiano y que ha paralizado a los gobernantes, incapaces de aportar soluciones, pero si divisiones y represiones, lejos de concluir, ha dado sus primeros pasos.
Vivimos un ensayo general de ruptura con políticas y políticos que son repudiados. ‘Panamá protesta, en sus propias voces', como siempre lo ha hecho en los momentos en que el pueblo, espontáneamente, sin liderazgo, ni organización, hace sentir su decisión de subir al escenario y abandonar su rol de espectador.
Ahora le toca al pueblo abanderar el llamado a un proceso constituyente originario. No hay otra salida más democrática, meas participative y más moderna y progresista.
CATEDRÁTICO EN UP