Un país de postal

Una tarde gris y lluviosa. Atrapado en medio del descomunal tranque, tratando de cruzar la Calle 50. En el fondo una postal que parecía Nueva York. Con una gripe encima, los 25° de temperatura que marcaba el termómetro, simulaban en mi cuerpo -5°. Vuelvo y miro, lo que veo son autos tratando de atravesar un camino de torres inmensas que decoran la ciudad, mientras más gente salía de sus oficinas caminando con paragua en mano, para tratar de llegar a una de las estaciones del Metro.

Nada que pedir, Panamá es un gran país en todos los sentidos. Aunque pequeño, no deja de sorprender por sus impactantes eventos de orden financiero. Noticias positivas y negativas, que alertan al mundo sobre las oportunidades. Miles de extranjeros ven ventajas y las aprovechan para mejorar su condición de vida, mientras algunos nacionales reclaman al gobierno una posición más enérgica frente a la ola migratoria de orden mundial, que ni siquiera las grandes potencias del planeta han podido frenar.

No muy lejos de ahí, el paisaje comienza a tornarse menos estético y la lluvia difiere con la bendición, que la misma significa para los campos. Así de cerca está todo en Panamá. Una línea delgada y corta divide todo. Se pasa de la pobreza a la riqueza el mismo día, en el que se trabaja en el lujo y se vive sin agua.

Es tanto así, que la historia de una pequeña recién nacida que necesita un trasplante de hígado, requiere menos recursos para su operación, que la camioneta de lujo que pretende comprar el director de la Caja de Seguro Social. Situaciones insólitas que solo se pueden pensar en función de los espejismos que produce la ilusión de un país que transita entre el primer y tercer mundo, sin conocer aún sus prioridades como nación.

Se requiere una mayor comprensión y conciencia ciudadana, antes de dar cualquier paso. Cómo pretender que las cosas cambien, si seguimos haciendo lo mismo.

*Periodista

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Algunos nacionales reclaman al gobierno una posición más enérgica frente a la ola migratoria.