• viernes 30 de diciembre de 2016 - 12:00 AM

El origen de nuestros males

 El meollo del asunto radica en la debilidad institucional y en la vulnerabilidad del sistema.

Otro escándalo enciende el país. Confesiones que dejan al descubierto una red de presunta corrupción, que involucra el pago de coimas por parte de una empresa a funcionarios. En el caso de Panamá se habla de 59 millones de dólares, por lo cual, diferentes sectores de la vida pública han mostrado espanto por la revelaciones realizadas en Estados Unidos.

La consigna de apalear como piñata a la empresa, podría considerarse como una acción comprensible, dada la magnitud de los hechos; sin embargo, con ello no se soluciona el problema de fondo, por el contrario, solo se resuelve el tema de forma. El meollo del asunto radica en la debilidad institucional y en la vulnerabilidad del sistema.

Una separación de poderes del Estado inexistente, trae como consecuencia la ausencia de rendición de cuentas y el desequilibrio institucional. La discrecionalidad conlleva a la apertura de rendijas por las que se filtra la corrupción y el tráfico de influencias.

Ayer fueron las empresas mexicanas, hoy las brasileñas, mañana podrían ser la chinas. No obstante, nada cambiará, hasta que entendamos que el problema no viene de afuera, sino que lo tenemos adentro. El Estado panameño lo sostiene instituciones creadas a la medida de nuestros valores e idiosincrasia.

Mientras un grupo está en el poder, el resto de la población lo critica por no realizar los cambios estructurales que requiere. Cada cinco años el cambio de gobierno genera expectativas, pero siempre pasa lo mismo, damos vueltas en círculos para no aterrizar nada. Nuestro sistema institucional fue creado para delinquir por maestros de la corrupción. Es impenetrable desde afuera y hace inmune a quien ostenta el turno al bate.

Ningún gobierno, por muchas promesas que haga, osará con destruir el blindaje constitucional que ampara su gestión de cualquier irregularidad a la que se vea expuesto. Los riesgos que se toma la clase política para llegar al poder, genera una malicia acompañada de miedo, que luego toma gusto a codicia y francachela.

Periodista

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