- viernes 05 de febrero de 2021 - 12:00 AM
Olor a café
Hay olores que nos transportan a lugares y llenan de recuerdos buenos y algunos malos. Hay cierto perfume que me sitúa en mi primera infancia, cuando vivía en Chile, es una fragancia que me recuerda al primer amor, el de kínder cuando un compañerito me obsequió una bolsita de terciopelo color lila que resguardaba una botellita en miniatura de algún perfume francés cuyo nombre ya no recuerdo. Las miniaturas eran esencias concentradas muy valoradas en la época y mi mamá pensó que mi ‘enamorado' me la había dado sin permiso, pero luego todo se aclaró. Cuando hago ejercicios en el parque Omar, en la curva de Mireya, huele a pan recién horneado, con ese olorcito rico no hay forma que evite comer algo que atente contra mi dieta al llegar a casa.
Hay aromas que me dan migraña. Hay olores muy fuertes que no me agradan. El olor a tierra húmeda es algo que no me recuerda a nada y aún no sé si me gusta o no. Hay libros que al abrirlos me recuerdan mis tiempos de gran lectora, soltera, sin hijos ni mascotas cuando podía quedarme en cama desde el viernes hasta el lunes leyendo 2 y hasta 3 libros de una sentada.
Me encanta el olor a perrito sudado que a veces tienen mis perritas; el olor a leche de los cachorritos. El olor a jazmines. El olor a cebada que me llega desde la Cervecería. Pero si hay algo que me encanta es el aroma a café que, en ciertos momentos del año, acompaña a los que vivimos en las últimas calles de El Cangrejo.
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