El siglo XXI marcó el despegue del fútbol panameño, fruto de trabajo silencioso de dirigentes visionarios, y de generaciones de futbolistas con anhelos de lograr grandes cosas. Ese crecimiento es tema de análisis de propios y extraños, pues en tan poco tiempo un deporte con poca tradición y carente de estructuras físicas, con sus resultados convirtió la camiseta roja, en un símbolo de nuestra nacionalidad.
La final de la Copa de las naciones 2025, la obtuvo México con un apretado 2-1. Sin exagerar, diríamos que esa noche, el país se paralizó, pues después de que vencimos a EUA, el equipo panameño sabía iba por la copa. De seguro que el periodismo especializado destacará las incidencias de ese partido y los aciertos o desaciertos del técnico, sólo esperamos mesura en la crítica al desempeño de los jugadores.
Pero el equipo panameño, dio mucho de que hablar fuera del terreno. La ocurrencia de Waterman de celebrar su gol junto al ídolo de su infancia, le dio un mayor relevancia global al triunfo obtenido. A partir de ese detalle, estas líneas se alejarán de lo deportivo, y entrará en el aspecto humano del partido.
Nadie negará que las actuales tensiones políticas entre USA y Panamá por el “tema canalero”, los panameños le dimos a este partido un sentido reivindicativo y patriótico, así que llegamos a disputar sintiendo que “la Copa y el Canal son de Panamá”. Y la historia se sigue repitiendo, pues ayer y hoy, dentro o fuera de una cancha de fútbol, son “los hijos del patio limoso”, los que mantiene encendida la chispa de nuestras rebeldías.
A todos nos contagió la fuerza con la que la selección cantó el himno, que se sintió como un grito de guerra. Bendita sea la magia del fútbol, que así como entre la afición despierta pasiones deportivas, también nos enseña que se conserva el amor por nuestra bandera. Mis felicitaciones a esa camada de excelentes jugadores, que anoche y ante un rival digno de respeto, porque en ningún momento dejaron la menor duda de entraron a la cancha para llevarse la Copa. El próximo reto: la clasificación mundialista.
La ocurrencia de Waterman de celebrar su gol junto al ídolo de su infancia, le dio un mayor relevancia global al triunfo obtenido
