Por: Felix A. Vanegas M.
Llega diciembre y con él, la Navidad y el fin de año. Hace más de dos mil años, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes el Grande, nació Jesús, nuestro salvador y redentor. Más allá del cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, su nacimiento representa la manifestación del amor de Dios, ofreciendo salvación y esperanza a toda la humanidad. Esto ha transformado al mundo, inspirando valores como la solidaridad, empatía y la paz, y dejando huella en personas, tradiciones, arte y música.
Por otro lado, el viaje que la Tierra realiza alrededor del Sol y que toma 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos, como nos indica la ciencia, marca también el momento perfecto para reflexionar sobre lo que hicimos y lo que quedó pendiente, para definir nuevas metas y estrategias para alcanzarlas en el nuevo año.
No es casualidad que ambas fechas estén ubicadas en el mismo mes. Más bien, es tiempo de renovar y reforzar nuestra fe, nuestra humanidad y espiritualidad, de practicar la ayuda desinteresada y cuidar la sostenibilidad de nuestra casa común. Que no se queden en simples buenos deseos y expresiones tradicionales de estas fechas, sino que se conviertan en acciones reales. Que nuestros propósitos y deseos sean un reflejo de convivencia feliz, respeto y amor por la vida y por los demás, como nos enseña Jesús. Que cada día sea una Navidad y cada noche un fin de año. Ese debe ser nuestro principal propósito. ¡¿Aceptas el reto?!
Estudiante de la carrera en Relaciones Públicas de la Universidad de Panamá
