Así como habló, actuó. Sin duda me refiero al Papa Francisco, de quien guardo los más gratos recuerdos por ser una figura con proyección de paz y tranquilidad y con aleccionadores mensajes, durante su visita a Panamá. Estuve cerca muy cerca de él y más allá de la foto protocolaria con historia previa y posterior, queda un sentimiento bonito de proximidad, cariño y reconocimiento a esta tierra istmeña.
Recen por mí decía y sonreía. Es una expresión genuina de esperanza hacia quienes más lo necesitan. Hoy publicaciones dan cuenta de su “enorme fortuna” que no llegaba a los 100 dólares, a pesar de que había disposición de estipendio monetario por parte del Vaticano, que dispuso no aceptar. Sin embargo, la fortuna del Papa Francisco es el legado de humildad y entrega con planteamientos interesantes de “hacer lío” por parte de los jóvenes pero no como pelea o trifulcas sino como defensa de principios y buen actuar.
La preocupación por los niños y los adultos mayores también evidencian el sentido de humanidad de Jorge Mario Bergoglio, originario de Argentina, de nuestra América y que representó el más alto sitial de religiosidad católica a nivel mundial, llevándole a adoptar el nombre de Papa Francisco, en clara alusión a San Francisco de Asís.
En las cercanías del 1 de mayo, Día del Trabajador, recordamos pilares planteados por el Papa Francisco: dignidad del trabajo, justicia laboral y necesidad de una economía que priorice el bien común sobre el lucro. Todo esto permitirá vivir en fraternidad y mejorar el mundo, donde el trabajo representa una herramienta para la construcción de una sociedad justa y equitativa.
Gracias Papa Francisco por tanto, incluyendo el valioso mensaje de familia: “Es el primer lugar donde se aprende a amar”.