María de la Sociedad lleva cuatro horas en una banca del parque, su mirada perdida en la distancia, sus ojos sin enviar imágenes al cerebro. Parece una estatua de cemento, inmóvil, mientras su mente se sumerge en un torbellino de pensamientos que la llevan de vuelta a su pasado, al presente y a imaginar su posible futuro.
Su historia, aunque personal, refleja una realidad que muchas mujeres enfrentan en silencio: la violencia y el abuso. Criada en una familia común, su desarrollo estuvo eclipsado bajo la falsa normalidad que oculta los traumas profundos. Solo ella y unos pocos íntimos conocen la verdad: es una sobreviviente.
La violencia contra las mujeres es una afrenta a los derechos humanos fundamentales. No distingue entre raza, edad, posición económica o cultura; permea todas las capas de la sociedad. Es un cáncer que no solo afecta a las víctimas directas, sino que también impacta a familias, comunidades y al país en su conjunto.
María De La Sociedad es solo un ejemplo de las innumerables mujeres, desde niñas hasta ancianas, que cada día sufren en silencio o enfrentan abiertamente la violencia que menoscaba su humanidad. Las Naciones Unidas la definen claramente como cualquier acto de violencia de género que cause o pueda causar daño físico, sexual o psicológico, incluyendo amenazas, coerción o privación arbitraria de la libertad.
Es imperativo que rechacemos enfáticamente la violencia contra la mujer y asumamos la responsabilidad de intervenir activamente, brindando un apoyo especial a las víctimas. No basta con condenar pasivamente estos actos; debemos actuar con determinación para erradicar esta plaga social. La concienciación y la educación son herramientas cruciales para desmontar los estereotipos y las estructuras de poder que perpetúan esta violencia.
María De La Sociedad, sentada en esa banca, representa tanto la desesperanza como la resiliencia. Es tiempo de que nuestra sociedad se levante junto a todas las Marías que llevan su cruz invisible y les brinde el apoyo y la protección que merecen. Debemos convertir su sufrimiento en un llamado a la acción, un compromiso colectivo por un futuro donde ninguna mujer tenga que sentirse como una estatua de cemento, atrapada en un mundo de silencio y dolor.