• martes 21 de marzo de 2017 - 12:05 AM

La mal llamada clase política

Vivimos de escándalo en escándalo. 

Vivimos de escándalo en escándalo. Y de ellos nos hemos acostumbrado a ver los programas de opinión en el que un exfuncionario endilgando los defectos del Gobierno de turno y el nuevo funcionario, como gato boca arriba, defiende los logros de su gestión. El reñido debate no es tal, sino se produce la esperada ‘sacadera de trapos', en la que en más de una ocasión los agotados contendores aceptan su excesos, siempre dejando claro que en su gobierno se han hecho más obras públicas.

Esta es la ‘clase de políticos' que ha producido la democracia, que ha convertido el objeto de la lucha política, en el arte de conservar el puesto público. Los demócratas repudiamos esta práctica, pues para el desempeño del oficio con responsabilidad, lo que debe interesa es la construcción permanente de ir consensos. Por esta causa, las mayorías quedan no toman parte de las grandes decisiones, y al final un sabor de insatisfacción se produce ante cualquier decisión de gobierno.

El político funcionario de ayer o de hoy, no hace de la academia, ni del gremio ni del sindicato, el escenario de su show , sino que prefiere las pantallas o los micrófonos, por considerar que los televidentes o radioyentes darán a su dicho.

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