- martes 10 de septiembre de 2024 - 12:00 AM
La idea de que todo tiene precio pareciera ser hoy día una verdad incontrolable. Bajo el reinado de la politiquería, poco interesa presentar planes de gobierno coherentes y posibles, por las posibilidades de triunfo en la capacidad de comprar votos y lealtades. La costumbre ha llevado a muchos a pensar que aun cuando “la mayoría de los votos emitidos hayan sido votos pagados”, eso no afectará a la democracia.
Esto es preocupante, porque no será posible erradicar la corrupción esperando que sea cumplida una promesa de campaña. En la mente algo por ahí nos dice que esa tarea no será fácil si se la confiamos a los políticos, pues la idea de los beneficios que promete la corrupción han erosionado la consciencia individual y colectiva, se ha contaminado el funcionamiento institucional, lo que amenaza con destruir las posibilidades y sueños de mejores días de los panameños y panameñas decentes.
Afirmamos resignados que con funcionarios corruptos, con un aparato estatal que se mueve por la fuerza de las conveniencias, y con una sociedad que le sigue coqueteando a la corrupción, el país soberano e independiente que pensamos que estamos construyendo y en el que vivimos existirá por voluntades externas. A la corrupción se le rinde culto por igual dentro de las castas poderosas y dentro las grandes mayorías, pero, en verdad, estos últimos son los más perjudicados, porque sin importar si el gobierno sea democrático o autocrático, si es bueno o malo, la institucionalidad siempre estará presta a proteger los intereses económicos.
Los grupos carenciados son a los que más afecta la corrupción. Eso lo saben los poderosos y recurren a todos los medios lícitos disponibles para que le ripostemos a la corrupción, rechazando en las urnas a los funcionarios corruptos. Quien se apodere de dineros estatales destinados para la construcción de una escuela sabe que está condenando a la ignorancia a un pueblo, pero también sabe que con “una bolsa”, fácilmente le perdonarán. A causa de la impunidad de que gozan los corruptos, estamos en riesgo de perder nuestras riquezas naturales, con la consecuente agudización del caos y el asesinato de las esperanzas de las generaciones futuras.