• lunes 06 de mayo de 2024 - 12:00 AM

La fiesta de la vida y sus disfraces

En medio de la oscuridad que envuelve el paisaje urbano, Marcos Albóndiga y su compañera Berta avanzan con pasos cansados hacia el destino impuesto por la rutina: la recogida del disfraz que su futuro hijo heredará sin elección. Es un ritual cargado de desgano, donde la resignación se mezcla con la angustia de un futuro incierto.

En esta fiesta de la vida, los disfraces no son elegidos por voluntad propia, sino impuestos por el poder económico corrupto que manipula los hilos de la sociedad. Este poder, omnipresente y despiadado, relega a los individuos a roles predefinidos, como marionetas en un teatro donde la corrupción es la única ley aceptada.

Para aquellos que se benefician de esta corrupción desenfrenada, los disfraces son opulentos y deslumbrantes, diseñados para encantar y embriagar a quienes los portan. Pero para la mayoría, los disfraces son andrajosos y humillantes, tejidos con los hilos de la pobreza, la ignorancia y la injusticia social.

La tela de estos disfraces está manchada con la desnutrición, el abandono de los más vulnerables y la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno. Son disfraces que reflejan la cruel realidad de una sociedad donde la riqueza se acumula en manos de unos pocos, mientras que la mayoría lucha por sobrevivir en las sombras del olvido.

En este escenario desolador, la justicia social y la equidad son arrastradas hacia un abismo sin fondo, mientras los monopolios y la corrupción ahogan cualquier intento de cambio. Es un ciclo vicioso donde la opresión y la desigualdad se perpetúan, condenando a las generaciones futuras a heredar un mundo marcado por la injusticia y el sufrimiento.

Es hora de desafiar este orden establecido, de romper los lazos que nos atan a la corrupción y la desigualdad. Es hora de rechazar los disfraces impuestos y luchar por un futuro donde todos puedan vivir con dignidad y justicia. Es hora de cambiar el guion de esta trágica obra y escribir uno nuevo, donde la esperanza y la solidaridad sean los protagonistas.

Pero para la mayoría, los disfraces son andrajosos y humillantes, tejidos con los hilos de la pobreza, la ignorancia y la injusticia social.
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