[Cuento] Yuki

Una historia que enseña que querer llamar la atención puede causar tristeza sin intención, especialmente a quienes nos quieren
  • domingo 14 de diciembre de 2025 - 12:00 AM

Érase una vez un gatito blanco que quería ser fantasma. Se escondía por todos lados de la casa y solo salía cuando olía comida. Creía que los humanos lo podían ver solamente cuando se dormía y su pelaje asemejaba la manta blanca de un fantasma.

Su mamá le decía que él no era un fantasma, pero él insistía en serlo. Practicaba cada vez que venía visita y salía huyendo a esconderse para luego salir y asustar a la gente. Sin embargo, ya la gente no lo tomaba en serio, por lo que tuvo una gran idea.

Había escuchado a los humanos hablar de un tric-a-trit, día en que usualmente ellos se asustaban con los fantasmas, brujas, hombres lobos y demás monstruos que salían a atormentarlos.

Aprovechando que habían abierto la puerta de la sala, salió corriendo y se escondió. Ningún humano lo vio.

Pasaron las horas y, ya anocheciendo, su mamá y su tía lo comenzaron a buscar y no lo encontraban. Tenían horas de no verlo, pero pensaron que estaba jugando al fantasma de nuevo. Pasaron las horas y ya Yuki las oía decir que tal vez se había escapado.

Desde su escondite veía a su mamá mirar hacia afuera buscándolo. A pesar de tener hambre, no salía.

Se durmió en su escondite y solo despertó cuando oyó a su mamá rezar:

—Diosito, sí se ha ido; que lo encuentre alguien que le dé comida y techo bajo esta lluvia.

Yuki seguía escondido. Quería probarles a todos que sí podía ser un buen fantasma y desaparecer.

Para entonces no sabía si quería ser fantasma o mago, ya que su acto de desaparición tenía a su mamá y a su tía en estado de tristeza y desesperación inmensa.

Se volvió a dormir. Era la hora de la cena de los peludos de la casa. Se le sirvió comida a Nala, esa hermana que siempre le ladraba y que no era mucho de su agrado. Era muy grandotota y cuando hablaba, gruñía con una voz ronca que asustaba.

A pesar del hambre, iba a seguir escondido. Esta vez sí le iban a creer que era un fantasma.

Pero ahí llegó Nala y le arruinó su plan. Comenzó a ladrar y dio a conocer su escondite. ¡Ya ni modo, a comer, pues!

Ese día se conoce como el día que Yuki se coronó como el “rey de los fantasmas” y Nala como la “chismosa de la casa”.