• lunes 14 de julio de 2025 - 12:00 AM

La experiencia de los jueces y magistrados

Uno de los principios procesales rectores por excelencia, que deben formar parte de la cualidad de un juez o magistrado llamado a dirimir controversias, es conocido como la sana crítica.

Este principio supone que el juzgador tiene la capacidad de detectar puntos oscuros, complejos, irregularidades y situaciones que, dentro de la dinámica de la justicia, son esenciales para resolver un caso.

La sana crítica es fruto de la experiencia acumulada a lo largo de los años como “árbitro judicial”, facultado por la Constitución y la ley, lo cual le permite detectar, con destreza, verdades a medias, falsedades o elementos que, de una u otra forma, podrían impedir que emerja la verdad real. Esto puede inclinar la balanza hacia el triunfo o el fracaso de una de las partes o, simplemente, llevar a concluir que no existen los méritos necesarios para una pretensión judicial.

En otras palabras, la sana crítica se adquiere con la experiencia como abogado o como servidor judicial. Por ello, para aspirar a un cargo como magistrado, se exige una serie de requisitos que garantizan la idoneidad y la preparación para el puesto.

Los jueces y magistrados tienen también obligaciones legales inherentes a su cargo, entre ellas evitar actuaciones dilatorias que entorpezcan el curso normal de un juicio.

Un ejemplo de ello es que, tras notificar a una de las partes y no presentarse esta, tal omisión puede considerarse un indicio en su contra, inclinando la balanza de la justicia a favor de quien interpone la demanda.

Más allá del caudal probatorio presentado, sostenemos que la sana crítica abarca desde el momento en que el juez admite la demanda hasta que firma la sentencia, ya que implica un seguimiento riguroso de todas las pruebas presentadas, contrapruebas, testimonios, el valor de estos, documentos y alegatos de conclusión que lo llevan a tomar una decisión.

Lamentablemente, entre el volumen creciente de expedientes y el aumento de casos, muchos jueces y magistrados han delegado funciones en asistentes o jueces de liquidación, con el fin de cumplir con las estadísticas, lo que ha generado fallos aberrantes.

La justicia debe ser gratuita, expedita e ininterrumpida. Sin embargo, que sea expedita no significa que los resultados deban dar vida a monstruos de tres cabezas, producto de una mala interpretación de las pruebas o de omisiones en su valoración lógica.

De ahí el cuarto mandamiento del abogado que reza:

“Lucha. Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.