Es fácil comprender a quien piensa como nosotros, es complejo tratar de entender a quien vive una realidad distinta a la nuestra, pero no imposible conectar y aprender de quien piensa distinto a nosotros. Mediante ese intercambio de ideas y criterios, se puede ampliar nuestro conocimiento, sin que necesariamente cambiemos nuestra forma de pensar.
Para poder transformar la sociedad en una colectividad más justa y equitativa necesitamos cultivar la empatía, entendida como la conexión y comprensión de las otras personas. Para que esto se dé, debemos aprender a conectarnos desde la similitud y desde la diferencia entre las personas.
La simulación de la empatía con fines ocultos para obtener información a través del conocimiento de las debilidades del otro es algo que tristemente se produce. Estamos hablando de manipuladores y controladores que fingen empatía con fines egoístas.
La persona verdaderamente empática no va a sentir como el otro, eso es una falsedad, pero sí se va a poder identificar desde su yo, pudiendo aprender algo, o brindando una ayuda.
Hay que diferenciar la empatía de la compasión: en la primera, podemos aliviar el sufrimiento del otro sin sentir las mismas emociones; en la compasión puede existir una conexión más altruista. La lástima no produce crecimiento y quita dignidad sobre quien sufre.
Podemos ser empáticos con nuestros adversarios y aprender de grandes hombres como Mandela y Gandhi.
Este mundo necesita de la práctica de una verdadera empatía para poder crecer y superar las adversidades del sufrimiento humano, que conforma un país tan desigual como el nuestro, pero para eso necesitamos subir escalones de entendimiento y amor, debemos diferenciar los errores de interpretación y cultivar la empatía.