En diciembre de 2024 celebramos los 50 años de graduación de la promoción de 1974. Ese día, en un gimnasio lleno de ilusión, más de 600 estudiantes aguiluchos vivimos un momento inolvidable. Con sueños por cumplir, ocupamos las sillas centrales, mientras familiares desde las gradas, compartían nuestro éxito.
La mayoría veníamos de barrios populares y éramos hijos e hijas de familias trabajadoras y profesionales. Las chicas vestían camisas blancas con la insignia del colegio, faldas plisadas y corbatas azules. Fue un acto solemne, donde recibimos diplomas que certificaban el cierre de la etapa secundaria y marcaban el inicio de nuestras aspiraciones universitarias para contribuir con el país.
Los himnos: nacional y el del colegio llenaron el ambiente de orgullo y emoción. Durante la entrega de diplomas, mi mente viajó al pasado, recordando mi llegada al Instituto en cuarto año; convencer a mi madre de estudiar allí no fue fácil, pero valió la pena. Rememoré la música del Orfeón Ricardo Zozaya, los pasillos donde florecía el talento en ajedrez, fotografía, atletismo y baile flamenco, y la majestuosidad del Aula Máxima, custodiada por sus cariátides en las paredes y las emblemáticas esfinges.
Imposible olvidar los partidos de fútbol contra el Artes y Oficios, estrategias contra la fuerza, los saraos y las enseñanzas de docentes dedicados que nos moldearon en lo que somos hoy. También recordé las organizaciones estudiantiles como la AFIN, FIAA y la FEP, pilares de nuestra formación.
La campana, símbolo de lucha y unidad, marcaba nuestras marchas y protestas con consignas como: “¡Arroz, poroto y carne, el pueblo tiene hambre! y ¡Un solo territorio, una sola bandera!”. La campana es más que un objeto, merece un capítulo aparte en la historia del colegio y nuestro país.
Hoy, a 50 años de aquel día, reafirmo mi orgullo de ser institutora. Lo vivido en el Instituto Nacional nos dio educación, valores y una identidad que nos acompañará siempre. A toda la generación de 1974 que siempre se ha reunido, gracias por ser una promoción especial;Al grupo impulsor del encuentro, nuestro inmenso agradecimiento.
¡Todo por la gloria institutora!
En diciembre de 2024 celebramos los 50 años de graduación de la promoción de 1974. Ese día, en un gimnasio lleno de ilusión, más de 600 estudiantes aguiluchos vivimos un momento inolvidable. Con sueños por cumplir, ocupamos las sillas centrales, mientras familiares desde las gradas, compartían nuestro éxito.
La mayoría veníamos de barrios populares y éramos hijos e hijas de familias trabajadoras y profesionales. Las chicas vestían camisas blancas con la insignia del colegio, faldas plisadas y corbatas azules. Fue un acto solemne, donde recibimos diplomas que certificaban el cierre de la etapa secundaria y marcaban el inicio de nuestras aspiraciones universitarias para contribuir con el país.
Los himnos: nacional y el del colegio llenaron el ambiente de orgullo y emoción. Durante la entrega de diplomas, mi mente viajó al pasado, recordando mi llegada al Instituto en cuarto año; convencer a mi madre de estudiar allí no fue fácil, pero valió la pena. Rememoré la música del Orfeón Ricardo Zozaya, los pasillos donde florecía el talento en ajedrez, fotografía, atletismo y baile flamenco, y la majestuosidad del Aula Máxima, custodiada por sus cariátides en las paredes y las emblemáticas esfinges.
Imposible olvidar los partidos de fútbol contra el Artes y Oficios, estrategias contra la fuerza, los saraos y las enseñanzas de docentes dedicados que nos moldearon en lo que somos hoy. También recordé las organizaciones estudiantiles como la AFIN, FIAA y la FEP, pilares de nuestra formación.
La campana, símbolo de lucha y unidad, marcaba nuestras marchas y protestas con consignas como: “¡Arroz, poroto y carne, el pueblo tiene hambre! y ¡Un solo territorio, una sola bandera!”. La campana es más que un objeto, merece un capítulo aparte en la historia del colegio y nuestro país.
Hoy, a 50 años de aquel día, reafirmo mi orgullo de ser institutora. Lo vivido en el Instituto Nacional nos dio educación, valores y una identidad que nos acompañará siempre. A toda la generación de 1974 que siempre se ha reunido, gracias por ser una promoción especial;Al grupo impulsor del encuentro, nuestro inmenso agradecimiento.
¡Todo por la gloria institutora!