Por allá en el año 2006, en ocasión de las reuniones de la Asociación Nacional de Acordeonistas de Panamá (ANACOR) y por deferencia del amigo y acordeonista típico Herminio Rojas, director de la agrupación Ritmo Sensacional, tuve el honor de conocer a Maximino ‘Mino’ Marín, compositor, músico y cantante del género típico... ¡poca cosa no!, como decía el gallego en la Fiesta de San Fermín.
No fuimos amigos, más que encontrarnos en alguna actividad de Santa Cecilia, el Día del músico, pero sí estuve atento a sus composiciones, letras, a su extraordinaria voz y, sobre todo, a su gran habilidad vocal de poder adaptar la voz a los tonos fuera de su sonoridad natural.
El manejo perfecto del “falsete” en un género musical como el típico, es definitivamente todo un arte y un don que poseía Mino Marín.
Esta técnica vocal permitía en cada interpretación que este artista produjera notas más altas que su registro normal (de pecho y de cabeza) por medio de las vibraciones de las cuerdas vocales. Por eso se dice que el “primer instrumento musical son las cuerdas vocales”.
Si uno escucha composiciones como “Doña Blanca”, “Amor o calmante”, “Hasta la eternidad”, “Detalles”, “Consuelo de amor” y “Canción de madrugada”, entre otras obras, podemos deleitarnos con música bonita y donde el artista hace gala de este extraordinario recurso musical.
Para este artista, era tan fácil combinar los agudos con los graves y pasar de uno al otro, sin que se perdiera la sonoridad ni forzar la voz. Solo un control de la respiración en combinación con las cuerdas vocales, y esto solo se logra cuando se domina esta técnica, que no todos los vocalistas lo logran... y menos en el género típico, por la estructura musical de las composiciones y sus arreglos.
Es justo destacar que tanto el vocalista como el acordeonista, lograron musicalmente una unidad a tal extremo que cuando Herminio hacía el registro y la intro de los temas, era como si fuera la voz de Mino lo que se escuchaba.
Yo diría que fue una combinación perfecta que facilitaba el manejo del falsete por parte del artista, aunado a que la mayoría de las piezas u obras musicales que grabó la agrupación, eran de la autoría de Mino Marín, y eso sin lugar a dudas era un valor agregado, ya que las composiciones y arreglos venían adaptadas al vibrato del artista-compositor.
Sinceramente, creo que no veremos otro intérprete de la calidad artística de Mino Marín. No estamos diciendo que no haya otras voces destacadas en el género típico, lo que estamos diciendo es que existen voces de marcada aceptación popular, que la gente corea las letras de las canciones en los bailes y que han calado en el alma del bailador, pero de manera alguna esas ejecuciones están adornadas con la técnica musical de la que hacía gala este artista.
Claro, el bailador no es crítico de arte. Por lo pronto, he querido, rendir de esta forma un saludo hasta la eternidad a este fenómeno artístico típico llamado Maximino “Mino” Marín, que de seguro está en el lugar que el Señor le deparó, componiendo su nueva canción inspirado en Santa Cecilia.