- jueves 11 de diciembre de 2025 - 10:17 AM
Honduras: cuando la democracia grita
Desde que Donald Trump decidió tomar partido en las elecciones generales del domingo 30 de noviembre de 2025 en Honduras, se encendieron las alarmas internacionales.
Hasta esa fecha, Estados Unidos había mostrado cierta prudencia política al no intervenir de forma directa y explícita en los procesos electorales de Latinoamérica. Pero, tratándose de Mr. Trump, todo era previsible, y no pocos aplaudieron y celebraron esta osadía injerencista, buscando congraciarse con las misiones diplomáticas norteamericanas en los distintos países de nuestra Patria Grande, como decía Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco.
La “cereza del helado” la puso con el anuncio de que indultaría a Juan Orlando Hernández Alvarado, condenado por la justicia estadounidense por narcotráfico y conspiración para traficar armas, con una sentencia de 45 años de prisión más cinco de libertad condicional. Este anuncio se hizo efectivo la semana pasada, aunque a la fecha se desconoce el paradero del expresidente. Lo más probable es que esté a la espera de que se declare un ganador para ingresar nuevamente a Honduras.
En paralelo, el inquilino de la Casa Blanca respaldó públicamente —aunque de manera imprudente— a uno de los candidatos de la derecha radical: Nasry Asfura, del Partido Nacional, a quien denominó “amigo de Estados Unidos y con quien se podrían mantener buenas relaciones”.
Con estos antecedentes, el escenario diez días después de las elecciones es tétrico, oscuro y preocupante, pero sobre todo incierto. La democracia hondureña ha sido herida de muerte y grita desesperadamente para no perecer en manos de los políticos tradicionales de turno, sostenidos por los centros de poder financiero, económico y político.
Nadie en Honduras entiende por qué el sistema de conteo de votos está retrasado, considerando la extensión territorial del país y el número de electores. Nadie comprende la existencia de un sistema de transmisión de resultados altamente vulnerable y manipulado por los equipos de campaña.
Nadie entiende las interrupciones en la transmisión del escrutinio ni las caídas de la página web del Consejo Nacional Electoral (CNE), y que cuando se reanuda la transmisión del conteo, varían estrepitosamente las diferencias o márgenes de los votos.
De igual forma, nadie entiende que, a pesar de las denuncias de fraude e irregularidades en el conteo, presentadas por miembros del CNE y candidatos en la contienda, no se haya ordenado una auditoría de las actas y del conteo físico de las mismas, para garantizar la seguridad del sufragio y la tranquilidad de la población.
Así las cosas, y con independencia de la conclusión final de esta situación, lo cierto es que el candidato que resulte designado —y recalco: designado, no ganador— como presidente de Honduras será el más ilegítimo de los últimos 25 años.
El daño ya está hecho, y la única forma de recuperar la credibilidad del sistema y atender los gritos desesperados de la democracia hondureña es anulando este proceso y convocando nuevas elecciones bajo supervisión de organismos internacionales.
Abogado