Termina mayo, un mes dedicado a la etnia afrodescendiente en Panamá, y con él se cierran actividades cargadas de historia, cultura y memoria viva. Hemos sido testigos de la fuerza simbólica de los desfiles, la riqueza de la gastronomía afroantillana y afrocolonial; los colores vibrantes de los vestidos tradicionales y la elegancia ancestral de los turbantes que coronan con orgullo a nuestras mujeres negras. Cada uno de estos elementos lleva un mensaje.
Durante siglos, las trenzas han sido un lenguaje de resistencia: rutas de escape y mapas codificados. Hoy continúan siendo un símbolo de identidad. En cada paso de tambor, en cada plato de arroz con coco, en cada danza, la negritud es vida, lucha, belleza y es dignidad.
Hoy, en los primeros 25 años del siglo XXI, encontramos mujeres que siguen trabajando cotidianamente para recuperar y visibilizar su contribución en el arte, la política, la educación, la justicia social y los derechos humanos. Entre las lideresas que dejan huella en nuestra sociedad actual están: Alma Montenegro, Melva Goodin, Solinka, Graciela Dixon, Eunice Meneses, Krishna Camarena, Selvia Miller, Mireya Peart y Electra Castillo. Todas son voces representativas del Panamá presente.
Asimismo, la Asociación Juvenil Afrodescendiente, comprometida desde temprana edad, asume con responsabilidad la tarea de enfrentar los desafíos. Celebran, sí, pero también exigen justicia histórica, presencia y derechos. El racismo estructural, la invisibilización y la deuda histórica persisten y se traducen en realidades dolorosas: pobreza heredada, violencia silenciada, invisibilidad mediática, escasa representación política, brechas educativas y laborales ¡no permitamos más exclusión! .
El reconocimiento debe ser permanente. Urgen acciones afirmativas, políticas públicas inclusivas y una educación que cuente toda la historia, no solo una parte. Somos conscientes de lo que somos: sinónimo de resistencia, dignidad y cultura. Somos música, trenzas, turbantes, jefas, madres, hermanas, compañeras, somos luz, faro, somos raíz viva, resistencia diaria y voz con historia.
Las mujeres afrodescendientes exigimos justicia, representación y respeto. No más exclusión, somos presente y futuro, no nos van a borrar.“Somos parte del folclore, pero también parte de la historia del pasado, del presente y del futuro.”