• miércoles 06 de marzo de 2024 - 12:00 AM

Harapos sociales o trajes a la medida

Mario, confundido, recibe la orden desde el balcón del destino

En el bullicioso teatro de la vida, Mario El Pobre emerge desnudo, junto a una multitud de almas inquietas. La escena, como un lienzo caótico, revela la lucha por la ropa que nos asignarán en este mundo terrenal. Dos filas, dos destinos dispares: una serpentea en interminable extensión, la otra, arrogante en su brevedad, presume certeza en sus privilegios.

Mario, confundido, recibe la orden desde el balcón del destino: un grito que lo relega a la fila de los desposeídos, donde los harapos de la desigualdad aguardan su nuevo dueño. En la acera, un hombre marcado por la vida, portador de historias tatuadas, contempla la trama social con una mezcla de resignación y complicidad.

La explicación no tarda en llegar: “Te ha tocado, por tu apellido, heredar la carga de lo ‘Pobre’”. Las palabras del testigo de la desigualdad arden como verdades inclementes. Mario, apenas comprendiendo, intuye el peso de los harapos que se le imponen: la tela tejida con hilos de injusticia, inequidad y carencia de oportunidades. Cada puntada es un recordatorio de la inseguridad, el hambre, la falta de educación y de salud que marcarán su existencia.

La otra fila, vigilada celosamente, acoge a los artífices del sistema. Políticos corruptos, capitalistas despiadados, oportunistas y jugadores astutos aguardan impávidos su turno. Sus trajes a medida, símbolos de poder y control, son confeccionados con los tejidos más finos de la impunidad y la riqueza mal habida. Una vestimenta exclusiva que les permite danzar con las sombras de la injusticia, protegidos por un manto de influencias y complicidades.

En este drama social, el espectro de la desigualdad se cierne como una sombra ominosa sobre nuestras vidas. La distribución desigual de oportunidades es el telar en el que se tejen nuestros destinos, marcando a unos con harapos y a otros con trajes de lujo. ¿Cómo podemos tolerar un sistema que perpetúa esta disparidad, que cosifica a unos y encumbra a otros?

Somos los hilanderos de nuestro destino colectivo, y en nuestras manos y corazones yace el poder de tejer un lienzo donde todos encuentren su lugar, donde la tela de la justicia abrigue a cada uno por igual.

En la encrucijada de la vida, en medio del caos y la incertidumbre, reivindiquemos el derecho a una vestimenta digna, a un destino forjado con equidad y justicia. Que nuestros lamentos literarios se conviertan en himnos de esperanza, en llamados a la acción, en la promesa de un mañana donde los harapos sociales sean solo un recuerdo desvanecido en el telar del tiempo.

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