- viernes 14 de octubre de 2011 - 12:00 AM
Hablando de Diego Lombana
El conciudadano Diego Lombana, por ahora suplente a diputado por el Partido Panameñista, pero inscrito en esta vorágine de inconsistencias politiqueras en el partido del presidente de la República, ejemplifica lo que no debe ser la política y los políticos.
Con todo respeto, principalmente por la condición especial de Lombana, pero por ser hombre público, creo oportuno destacar detalles trascendentes en sus actuaciones, sobre todo porque lo ha hecho público él mismo.
De familia panameñista raizal, Lombana es descendiente de la primera mujer ministra de Estado, María Santodomingo de Miranda, cargo que desempeñó en la administración del Dr. Arias, de 1949 a 1951. Cuando en 1968 se produce el criminal golpe, Doña María y su familia sufren persecución. Teniendo esta historia, llama la atención que para el 2009, previo a las postulaciones, Lombana no estuviera inscrito en el panameñismo, lo que nos dice que no tenía mayor vocación política. Pero a pesar de esto, es ubicado por uno de los allegados al presidente del partido y sugerido por este para suplente. Esperemos que no haya sido por la condición especial de Lombana, que podría servir para visibilizar y proyectar al principal como un hombre sensible, lo que en esta fauna politiquera, sectores del pueblo sin mayores reflexiones, comprarían.
En conferencia de prensa, Lombana anuncia lo que ya había trascendido, y escoge, desde mi óptica, el argumento más baladí: que saltaba porque no había sido atendido por su principal, que lo mantenían marginado y que el presidente del partido tampoco lo atendía. Nimio argumento, porque hay infinidad de panameñistas que no son atendidos por el presidente y sus allegados, pero ninguno, que tenga formación y consistencia política, pretenden irse del partido.
Que Lombana haya usado semejante argumento, dice que el partido no funcionó como tal. Que no hay formación y no se entienden los valores, la doctrina y los principios. Igual ha ocurrido con todos los que han saltado, elementos de poca o ninguna formación y valores que solo ven el beneficio propio, o como Lombana, que el partido era un pequeño mundo propiedad de su principal y del presidente de la bancada.
Un partido es mucho más de lo que hasta ahora muchos conciben en forma superficial, aunque estén bien intencionados, nunca un trampolín personal. Un partido es la expresión de una corriente de pensamiento político, social y económico de cómo dirigir el Estado en búsqueda del bien común.
EL AUTOR FUE PRECANDIDATO PRESIDENCIAL