A juzgar por las fotos, fueron muchos los gatos que se dieron cita en la caminata que partió desde los predios universitarios hasta el monumento del 9 de Enero, en la avenida 4 de Julio. La cartilla, anunciada con bastante antelación, era la revancha —o mejor dicho, el combate— para reivindicar el honor.
Los púgiles, como ya es costumbre, eran numerosos y de distintos pesos y alcances. Aquí, los jubilados eran más que bienvenidos a tirar puñete por la honra mancillada días atrás.
Pocos combates se libran en la mañana, invirtiendo la regla no escrita de que las peleas se dan de tarde o de noche. Pero lo de ayer martes fue bastante antes de la hora del almuerzo. De hecho, más de cuatro salieron del cuadrilátero directo a las mesas de los restaurantes con el estómago vacío.
La bolsa del combate no era metálica... o sí. Bueno, sí y no. Por un lado, se coreaba la dignidad de todos los que están arropados bajo el manto universitario —incluyendo a las botellas— y por el otro, la autonomía consagrada en la norma. Esa autonomía significa no meterse con nada y darle todo el chenchén que requieren para operar. Hace un par de años, el 90 % de ese botín se iba en salarios. Y qué salarios. Pero eso es harina de otro costal. Lo de ayer era por la dignidad herida y para dejar claro que de guarida, nada de nada.