• viernes 18 de abril de 2025 - 12:00 AM

Gato encerrado

Más allá de todo lo que pueda decirse en favor de los polémicos memorándums entre Estados Unidos y Panamá, lo cierto es que no existe espacio alguno donde la especulación y la malicia no tenga cabida. Y es que en política suele decirse que lo cierto es lo que no se ve.

Nadie entiende cómo fue que el bravucón encargado de la defensa de los Estados Unidos se pavoneó por la Cinta Costera haciendo ejercicios militares y simulando ser un gorila pecho plateado, sin que a los estamentos panameños les incomodara en lo más mínimo sus alardes de macho alfa en suelo ajeno.

Cuando uno va a una cantina en pueblo ajeno, lo más prudente es ser cauto. Pero si lo que encontró ese gringo al entrar fue un burdel, lo más seguro es que se relaje y comience a imponerse la testosterona. Para muchos sonará exagerada la metáfora, lo cierto es que la palabra gringo entusiasma a más de uno en este país.

Tal vez, nunca se sepa qué fue lo que pasó durante las visitas de los secretarios de Estado y de Defensa norteamericanos, quizás la verdad apeste a grajo como dijera alguno por allí en referencia a la Asamblea Nacional; pero lo cierto, es que la convivencia por casi un siglo con el Comando Sur hizo que varias generaciones de panameños aprendieran a interpretar las buenas y malas intenciones de los gringos.

Tampoco hay que ser un genio para entender que al equipo de gobierno panameño le falta una pisca de sal para regular el exceso de agridulce. El panameño es salsero y además es caribe. Por momentos, la amargura y el mal carácter podría malinterpretarse, sobre todo cuando existe notoria diferencia al hablarle al panameño de a pie versus al gringo.

En Panamá y Colón el clima no es relajo, ya que la humedad causa azaro y fatiga. Es precisamente, por esta razón que a los gringos les gusta entrenar a sus ejércitos por estas latitudes.

Para muchos sonará exagerada la metáfora, lo cierto es que la palabra gringo entusiasma a más de uno en este país.