Cual semáforo deberían funcionar las etiquetas de productos diversos, en Panamá y el mundo. Por una parte, mirando hacia todas las direcciones, antes de cruzar, en este caso, adquirir tales productos; y por otra parte, asumir realmente las advertencias o la información clave que nos estén proporcionando. Sin embargo, hay factores que limitan su efectividad y con voluntad bien podrían superarse.
Cierto es que se ha legislado sobre etiquetado, en cuanto a idioma, es decir, que las indicaciones sean en español claro y preciso; y actualmente hay quienes impulsan el denominado etiquetado frontal, donde en círculos que aparecen en la presentación, se hacen advertencias puntuales como “alto en sodio”, por ejemplo. Ya lo he observado en algunos productos y créanme que, el rojo del semáforo se ha encendido, por lo menos para mí y he dejado de consumirlo.
No obstante, segura estoy de que hay muchos que, aún leyendo etiquetas pasan por alto el contenido y usan o consumen un producto determinado. Hay otros que, aunque en letras pequeñas de productos de limpieza, por mencionar un caso, hacen advertencias más delicadas sobre su posible incidencia en enfermedades como el cáncer, pero se mantienen en el mercado, al alcance de aquella persona que, por apuro o por inconsciencia, decide adquirirlo.
Seamos consumidores responsables y tengamos presente siempre el semáforo al momento de evaluar el etiquetado para aportar a nuestro real bienestar. En amarillo situamos aquella información sobre elementos que no aportan, en rojo la alerta por exceso de sales y azúcares (citando productos alimenticios), confiando en que sí hay luz verde para muchos y tengamos la libertad de avanzar con seguridad.
Cual semáforo deberían funcionar las etiquetas de productos diversos, en Panamá y el mundo. Por una parte, mirando hacia todas las direcciones, antes de cruzar, en este caso, adquirir tales productos; y por otra parte, asumir realmente las advertencias o la información clave que nos estén proporcionando. Sin embargo, hay factores que limitan su efectividad y con voluntad bien podrían superarse.
Cierto es que se ha legislado sobre etiquetado, en cuanto a idioma, es decir, que las indicaciones sean en español claro y preciso; y actualmente hay quienes impulsan el denominado etiquetado frontal, donde en círculos que aparecen en la presentación, se hacen advertencias puntuales como “alto en sodio”, por ejemplo. Ya lo he observado en algunos productos y créanme que, el rojo del semáforo se ha encendido, por lo menos para mí y he dejado de consumirlo.
No obstante, segura estoy de que hay muchos que, aún leyendo etiquetas pasan por alto el contenido y usan o consumen un producto determinado. Hay otros que, aunque en letras pequeñas de productos de limpieza, por mencionar un caso, hacen advertencias más delicadas sobre su posible incidencia en enfermedades como el cáncer, pero se mantienen en el mercado, al alcance de aquella persona que, por apuro o por inconsciencia, decide adquirirlo.
Seamos consumidores responsables y tengamos presente siempre el semáforo al momento de evaluar el etiquetado para aportar a nuestro real bienestar. En amarillo situamos aquella información sobre elementos que no aportan, en rojo la alerta por exceso de sales y azúcares (citando productos alimenticios), confiando en que sí hay luz verde para muchos y tengamos la libertad de avanzar con seguridad.