- miércoles 24 de julio de 2024 - 3:42 PM
Fisuras en la partidocracia criolla
La democracia representativa tiene como actores principales a los partidos políticos. El proceso de elegir y ser elegido a través de un partido político genera lo que se denomina la alternabilidad en el ejercicio del poder.
Los resultados electorales recientes, cuestionan incluso la alternabilidad y sus formas en los gobiernos municipales y locales. Este cambio es observable en las denuncias constantes de quienes acceden a la administración de la cosa pública por la vía de la libre postulación. Y plantea la recurrente pregunta: ¿en qué cosiste la crisis de los partidos políticos?
Según analistas como Marco Gandásegui, Marcelo Cavarozzi y Manuel Antonio Garretón, la desorganización de las prácticas partidistas en las democracias latinoamericanas se expresa en la pérdida de relevancia de la acción de los partidos. Que se puede observar, tanto en la fragmentación y debilitamiento de los partidos, como en el aumento de la volatilidad electoral, donde los votantes tienden a apoyar a candidatos independientes o movimientos emergentes que prometen un cambio drástico, muchas veces sin ninguna estructura organizativa y muchos una plataforma ideológica sólida detrás.
Esto es el resultado, de las normas de participación excluyente. Tal como lo señaló el Prof. Gandásegui, hace algunos años, los diversos actores de la sociedad civil no encuentran en los partidos políticos espacios de articulación y representación. La desconexión entre los partidos y las bases electorales es el punto de partida de la desconfianza y apatía política. Y el límite máximo de la partidocracia.
La ciudadanía en general y los ciudadanos perciben que los partidos ya no representan eficazmente sus intereses ni ofrecen soluciones concretas a sus problemas, lo que se refleja en el crecimiento de movimientos sociales y liderazgos sociopolíticos que buscan, cada uno por su lado, llenar el vacío de representación.
Pero cómo se explica el número de inscritos en partidos políticos. Una mirada a la otra cara de la partidocracia permite ensayar algunas respuestas. Por un lado, el clientelismo, una forma ejercicio de la “política”, anti-política dirían algunos especialistas, que erosiona la legitimidad de los partidos políticos como representantes de intereses colectivos. Por el otro, la perpetuación de liderazgos obsoletos y la falta de apertura a las generaciones de jóvenes que impide que los partidos se adapten a las realidades sociales y políticas existentes, acentuando la denominada “crisis de representación” de democracia representativa. Que casi siempre es también la crisis de la partidocracia.
Para distintos analistas políticos del patio, la desorganización de las prácticas partidistas en las democracias latinoamericanas, como la panameña, se manifiesta en la desconexión con la ciudadanía y la falta de renovación interna. Todo ello contribuye con la pérdida de relevancia de los partidos como ejes de proyectos de largo aliento, capaces de pensar y representar aquellos intereses que pueden influir en las políticas públicas y cambiar el rumbo del país.
Ahora bien, si lo partidos políticos tienen estos y otros dilemas, qué problemas traerán las representaciones políticas al margen de los partidos políticos y sus estructuras organizativas. ¿Se extenderá la crisis de representación?, se fortalecerán los liderazgos autocráticos?, se consolidarán otros mecanismos fácticos de gobierno. Aunque no lo parezca, lo que está en juego no la simple mayoría legislativa, está a la vista la crisis de la democracia misma como régimen político.