Pepe Mujica fue un estadista y proyectó la civilidad política de su Uruguay natal -ecosistema de 3,5 millones de habitantes, referente latinoamericano. Su ética del poder estuvo centrada en la modestia, la justicia social y la paz. Es la dimensión moral de su liderazgo, que ha resonado en el planeta, el eco de su grandeza personal y política.
Trascendió el simple ejercicio del poder (2010-2015) para implicar una visión de largo plazo y un compromiso con el bien común por encima del interés personal o partidario.
Resaltan su austeridad y ética personal, representadas en su vehículo escarabajo, su chacra, su perra de tres patas, Manuela, y la coherencia con su prédica. Donó su salario presidencial, pero no se lo restituyó con mordida/coima. Su lenguaje fue claro y cercano y conectó con la gente común, aumentando su credibilidad, y ponderó y ejerció su capacidad conciliatoria y de consenso, en un periodo de alta polarización política e ideológica en Latinoamérica.
Su visión trascendió su experiencia de guerrillero del grupo Tupac Amaru y de su militancia en el izquierdista Frente Amplio por ser integrador, humanista y fortaleza de la institucionalidad y la democracia.
En su gestión, hubo limitaciones como en el avance de la educación y la infraestructura, así como en el impulso económico y transformación de sus estructuras.
Como estadista, se proyectó con una visión de largo plazo y sobre todo actuó con integridad y coherencia ética. Y privilegió el interés general sobre el personal o el del partido.
Murió un guerrero, que fue lección hasta en sus momentos cruciales aquejado por un cáncer terminal de esófago, cuando estaba llegando a la edad de 90 años.
El presidente Mulino ha expresado estar muy afectado por la defunción de Mujica. ¿Cuánto tiene Mulino de Mujica? ¿Es Mulino un estadista conciliador como Mujica? ¿Puede ser portaestandarte de civilidad política ante la bolita del mundo?
Filólogo y periodista