• miércoles 22 de mayo de 2024 - 12:00 AM

El juicio del pueblo, un grito ahogado en la historia

El fiscal, un hombre cuya figura recuerda a un zorro, levanta su mano con elegancia para iniciar la acusación

En el corazón palpitante de la sala de justicia, el bullicio es un testimonio de la pasión y la frustración acumulada por generaciones. El juicio ciudadano contra los responsables de los males sociales ha despertado una furia colectiva, un griterío confuso que resuena tanto dentro como fuera del recinto.

La gente clama por justicia, anhela ser juez y parte, pero el sistema, implacable y rígido, se erige como una barrera infranqueable.Rafael, el juez de estatura media y hombros anchos, representa la autoridad y el rigor de la ley. Su presencia robusta y sus brazos fuertes auguran la firmeza con la que imparte justicia, pero incluso su determinación se tambalea ante la magnitud del clamor popular.

En el centro del salón, los acusados, aquellos que han cometido atrocidades y delitos inhumanos, se sientan con una sonrisa sarcástica y una mirada burlona. Su aire de superioridad, que ellos mismos atribuyen a un designio divino, enerva a los presentes.

El fiscal, un hombre cuya figura recuerda a un zorro, levanta su mano con elegancia para iniciar la acusación. Su semblanza animal no pasa desapercibida; es una máscara tras la cual se esconde una astucia feroz. “¡Señores! Se les acusa de robar al enfermo, al hambriento, al estudiante, a la familia y a los más desposeídos,” proclama con una voz que corta el aire, encendiendo las llamas de la indignación popular.

Ante la pregunta del juez sobre cómo se declaran, los acusados responden al unísono con un grito de “¡Inocentes!”, un eco que resuena a lo largo y ancho de la sala, desatando el descontrol social. Las reglas del juicio se quiebran como cristales frágiles. Las evidencias, tangibles y contundentes, son irrefutables.

El pueblo, agotado por la injusticia reiterada, clama cárcel para los perpetradores del hurto global y estructurado, una realidad tan descarada y violenta que parece un robo a mano armada.Este escenario no es un episodio aislado, sino la continuación de un juicio histórico que la humanidad ha enfrentado repetidamente.

Generaciones tras generaciones se han visto atrapadas en este infinito Déjà vu, donde las esporádicas sentencias de culpabilidad apenas logran romper la cadena de absoluciones que favorece a los facinerosos.

Este juicio no es solo un acto legal; es un espejo de nuestra sociedad, una reflexión de la lucha constante entre la opresión y la justicia, entre el poder y la resistencia.

La esperanza de un cambio real, la posibilidad de un futuro donde la justicia prevalezca, sigue siendo el motor que impulsa a las multitudes a gritar, a luchar, a no rendirse jamás. Porque en el fondo de cada grito, de cada clamor, reside la inquebrantable fe en que, algún día, la justicia no solo será un ideal, sino una realidad palpable.

Últimos Videos
comments powered by Disqus