• viernes 05 de diciembre de 2025 - 9:25 AM

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

Estados Unidos no combate la droga: combate soberanías.

Durante dos siglos, la potencia del norte ha sostenido su política exterior sobre un principio silencioso pero feroz: la doctrina precede a la bala. Las guerras no nacen en el campo de batalla, nacen en el discurso, en la palabra, en la construcción simbólica que transforma un interés económico en una cruzada moral.

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

La actual narrativa del “narcoterrorismo”, utilizada para justificar acciones militares en el Caribe, es solo el capítulo más reciente de una historia mucho más profunda: la fabricación del enemigo externo para ocultar el vacío interno.

Los barcos atacados no van a reducir el consumo de drogas en Estados Unidos. No lo hicieron los 40 años de guerra en Colombia, ni la invasión a Panamá, ni Afganistán, ni Irak. Porque el problema no está en la oferta, sino en la demanda.

Si no hay quien consuma, no hay quien produzca. El mercado nace en el deseo del consumidor, no en la tierra del campesino.

Estados Unidos es el mayor consumidor de drogas del planeta, y esa adicción está conectada a su historia política: guerras inútiles, padres sin hijos, veteranos abandonados, y una economía que convierte el dolor en químico.

Mientras el sistema sacrifica a sus jóvenes en guerras comerciales, sus padres consumen para escapar de la realidad. El imperio no necesita cocaína colombiana: necesita anestesia emocional.

Y para justificar esa anestesia colectiva, necesita enemigos externos. Ahí entra la doctrina.

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

1. La mentira fundacional

Doctrina Monroe (1823): Libertad disfrazada de propiedad

En 1823, el presidente James Monroe declaró ante el Congreso una frase que cambiaría la historia del hemisferio:

> “América para los americanos”

La frase parecería democrática si no escondiera la apropiación de un continente.

En clave diplomática, significaba:

Europa no puede colonizar aquí, porque el territorio es propiedad estratégica de Estados Unidos.

Monroe transformó América Latina en patio trasero, no para protegerla, sino para dominarla. Esa doctrina, presentada como libertad, fue el acto más sofisticado de colonización simbólica: convirtió a los pueblos en espacio de maniobra geopolítica.

En realidad, la Doctrina Monroe no defendía a América Latina: la desarmó moralmente.

Fue la primera gran mentira imperial: la libertad como disfraz de propiedad.

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

Doctrina Monroe

«Una doctrina disfrazada de libertad convirtió un continente en propiedad.» (MAAP)

La libertad fue el argumento moral;la apropiación fue el resultado real.

2. La mano dura

Ochenta años después, Theodore Roosevelt no escondió las intenciones. Tomó la Doctrina Monroe y la transformó en instrumento militar explícito: “Speak softly and carry a big stick.”

Habla suave y lleva un garrote grande.

No hubo poesía: hubo invasiones. Cuba, Filipinas, Panamá. El imperialismo ya no se disimulaba bajo discursos de libertad; se aplicaba con barcos, cañones y compañías transnacionales.

El patrón se consolidó:

– Estados Unidos no enfrenta potencias,

– Estados Unidos castiga débiles.

– Un imperio no necesita tener razón,solo necesita tener garrote.

La Doctrina Roosevelt fue el puente entre la mentira diplomática y la acción militar. Lo que Monroe disfrazó, Roosevelt golpeó.

3. La mentira moderna

Bush (2001): La Guerra Preventiva — “Preemptive Strike”

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Tras el 11 de septiembre, Estados Unidos inauguró la época de la percepción como arma. Ya no necesitaba pruebas: necesitaba sospechas.

La Guerra Preventiva autoriza lo inaceptable:matar antes de que exista una amenaza real.

Así cayeron Afganistán e Irak, bajo una justificación que nunca se comprobó: armas de destrucción masiva. La guerra se vendió mediáticamente como acto de protección, pero fue un negocio de trillones para contratistas militares.

A. Aquí no se bombardeó el terrorismo: se bombardeó la percepción colectiva.

B. La mente humana se convirtió en el campo de batalla.

C. El miedo fue el arma.Y la narrativa fue el misil.

Las bombas no cayeron sobre pruebas, cayeron sobre hipótesis.

4. La máscara actual

Trump (2016–2025): Narcoterrorismo como categoría total

Donald Trump aprendió de Roosevelt y Bush que una palabra puede autorizar una guerra.

La construcción semiótica de narcoterrorismo es una obra maestra del miedo:

– narco = amenaza moral

– terrorismo = amenaza existencial

Esta fórmula unida, crea el enemigo absoluto, al que se puede atacar sin declarar guerra formal, sin rendir cuentas y violando soberanías.

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Así, las lanchas atacadas en el Caribe no buscan droga; buscan legitimar la intervención militar en Latinoamérica bajo la figura del terrorismo.

Y como todo imperio: no ataca a China, Rusia o Arabia Saudita.Ataca a Venezuela, Haití, Honduras.

Porque el garrote solo se usa contra débiles.

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El imperio no golpea al fuerte, golpea al que no puede responder.

5. La verdad incómoda

El narco no está afuera – está adentro

La guerra contra las drogas es una contradicción estructural:

Estados Unidos no es víctima del narcotráfico;

Estados Unidos es el mercado del narcotráfico.

A. Sin consumidores, no hay carteles.

B. Sin demanda, no hay producción.

C. El productor aparece siempre después del adicto.

D. La cocaína no inventó al consumidor.

E. El consumidor inventó a la cocaína.

La cadena real es: dolor → vacío → consumo → mercado → cartel. No es al revés.

La “guerra contra las drogas” es, en términos criminológicos, una distracción moral para no reconocer la epidemia interna: soledad, abandono, suicidios, estrés económico, falta de identidad, familias rotas.

6. El dolor como industria

Padres drogados, hijos muertos

En las últimas décadas:

EE.UU. ha perdido más vidas por sobredosis que en Vietnam, Irak y Afganistán combinados.

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Miles de jóvenes regresan de la guerra sin tratamiento psicológico.

Padres consumen para soportar el duelo.

Fentanilo es la morfina social del imperio.

Si Estados Unidos enfrentara su dolor interno, tendría que cerrar su industria militar, que es la que se alimenta de guerras preventivas. Por eso prefiere inventar enemigos externos, antes que mirarse al espejo.

7. Cierre

De Monroe a Trump: la secuencia lógica del imperio

Lo que hoy vemos en el Caribe no empezó con barcos, empezó con palabras pronunciadas hace 200 años.

La historia no debe leerse por eventos, sino por doctrinas:

– Monroe (1823): libertad como disfraz → propiedad.

– Roosevelt (1904): propiedad como garrote → invasión.

– Bush (2001): miedo como arma → percepción.

– Trump (2020): percepción como enemigo → narcoterrorismo

La guerra preventiva no es guerra contra drogas: es guerra contra soberanías laterales.

Mientras Estados Unidos no sane su dolor, seguirá bombardeando sus fantasmas fuera de su territorio, culpando a pueblos pobres de un vacío que nace en la propia alma norteamericana.

La droga en Estados Unidos no viene de Venezuela: viene de su historia.

Y esa historia se llama: > Doctrina Monroe.

8. Mi posición personal frente a dictaduras y caudillos

Mi crítica al intervencionismo de Estados Unidos no implica, de ninguna manera, simpatía por la dictadura de Nicolás Maduro ni por ningún proyecto autoritario en América Latina. No creo en caudillos iluminados ni en utopías que justifican la miseria, la censura, la persecución y el encarcelamiento de quienes piensan distinto.

Mi postura no es un ejercicio intelectual: nace de mi biografía.

A los 22 años fui parte de la lucha estudiantil contra el militarismo panameño. Viví la censura, el cierre de medios, las amenazas veladas y las calles llenas de miedo. Vi cómo un país entero era secuestrado por un hombre y su círculo. Lo enfrenté como estudiante de la Universidad de Panamá, con papelitos, volantes, llamadas clandestinas y una prensa que sobrevivía boca a boca, mientras los periódicos eran cerrados por la dictadura.

De esa experiencia nació mi tesis universitaria: “La prensa escrita alternativa en la transición a la democracia”. Porque en aquel tiempo, la comunicación fue resistencia. Y porque aprendí que sin libertad de prensa no hay libertad de conciencia.

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

Por eso no creo en dictaduras, vengan de derecha o de izquierda. No creo en la idolatría política, ni en la concentración del poder, ni en el culto al líder que exige obediencia. El que siembra debe cosechar lo sembrado, sin privilegios, sin impunidad, sin discursos que esconden hambre y exilio detrás de banderas que no alimentan.

Mi rechazo al narcoimperialismo de Washington no me obliga a aplaudir el autoritarismo de Caracas. No luché contra Noriega para callar ante Maduro. No enfrenté la censura para tolerar la propaganda. La libertad no es ideología: es ética.

Creo en un continente donde el que trabaja pueda vivir. Donde nadie mande sobre todos. Donde los pueblos no sean patio trasero ni experimento político. Donde no existan dictadores con uniforme militar ni con retórica revolucionaria.

No soy de extrema derecha ni de extrema izquierda. Soy de la responsabilidad ética: el que siembra poco, cosecha poco; el que siembra mucho, cosecha mucho. Sin garrote, sin exilio, sin miedo.

Ese es mi compromiso: una crítica frontal al imperio que oprime desde fuera y a los tiranos que oprimen desde dentro. La democracia no se importa, se conquista. Y yo ya la conocí en la calle, en la universidad, en la noche clandestina donde la palabra era un acto de valor.

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

9. Llamado a la conciencia global

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

Ningún continente conocerá la tranquilidad mientras la riqueza se acumule arriba y la pobreza se pudra abajo. Ninguna bandera libertará a los pueblos si está hecha con manos esclavas. Ningún imperio traerá dignidad a tierras que no siente suyas. Ningún caudillo salvará a las familias que le temen.

El mundo habla de democracia, pero tolera la desigualdad que la destruye. Habla de libertad, pero comercia con la pobreza. Habla de derechos humanos, pero calla ante los exilios internos de millones de personas que viven sin agua, sin educación, sin pan y sin futuro. Y así, la democracia se convierte en un discurso vacío: palabras sin alimento.

La verdadera lucha de este siglo no es entre derecha e izquierda. Es entre quienes tienen demasiado y quienes no tienen nada. Entre quienes negocian con la vida y quienes solo la sobreviven. Entre la codicia que produce guerras y la esperanza que produce pan.

Si el mundo quiere paz, debe luchar primero contra la miseria.Si quiere seguridad, debe combatir antes la injusticia.Si quiere libertad, debe liberar a los pobres de su pobreza.

La raíz de toda violencia no está en las fronteras, está en la mesa vacía.La semilla de todo narcotráfico no está en la selva, está en el hambre.La fuente de todo terrorismo no está en los discursos, está en la desesperación.

La codicia política es el origen de la corrupción que reina en el planeta. Codicia en los palacios, codicia en los partidos, codicia en las corporaciones, codicia en los líderes que venden el dolor como ideología. Esa codicia destruye al hombre y convierte a las naciones en negocios privados.

Las organizaciones que hablan de democracia deben recordar que la democracia no es un salón diplomático: es un pan compartido. No es un congreso lleno de trajes importados: es un niño que aprende a leer sin pagar sobornos. No es una moneda que gira en bolsa: es un enfermo que recibe medicina sin humillación.

La prosperidad no se logra ocupando territorios ajenos, ni celebrando dictaduras propias. La libertad no se consigue por decretos. La paz no se pacta con la fuerza, se pacta con la dignidad.

Si queremos caminar libremente por el mundo, debemos empezar limpiando el suelo donde pisamos: el suelo de la miseria. Si queremos seguridad, debemos sembrar oportunidades para quienes no tienen nada que perder. Si queremos prosperidad, debemos sembrar justicia social.

El que siembra poco, cosecha poco.El que siembra mucho, cosecha mucho.

Los pueblos han sembrado sangre durante siglos.Es hora de que cosechen vida.

Y este continente —América Latina— tiene derecho a su cosecha.

El imperio disfrazado: Doctrina, guerra y droga en el continente

La democracia real no se hereda: se conquista todos los días, con dignidad, sin imperios que manden ni dictadores que gobiernen.Esa es mi lucha, esa fue mi historia, y ese será mi mensaje.

El autor es criminólogo, periodista, lingüista, perito forense experto en análisis de imagen y de contenido, bombero y músico